No diga delicatesen, diga Mantequerías Bravo
Situado en el barrio de Salamanca, este negocio familiar se fundó hace casi un siglo
Hay comercios que esconden la historia de Madrid. Un Madrid de ultramarinos, de artesanos, de cafés que se enfriaban en la calle o de mantequerías. Y, por suerte, algunas siguen vivas. Es la historia de Mantequerías Bravo, un auténtico icono gastronómico.
Han pasado noventa años desde que el abuelo de la actual propietaria inaugurara el local, que ahora ya va por la tercera generación. Un local que podemos reconocer fácilmente por su fachada de madera que llegó a costar 12.000 pesetas de las de la época.
“Mi abuelo era pastor en una familia de muchos hermanos. Se echó el hatillo a la espalda y, cuando se sintió preparado para ser su propio jefe, montó esta tienda”, nos cuenta Elena, la propietaria.
La elección del lugar en el que se encuentra la mantequería no es casual (en pleno barrio de Salamanca), ya que el fundador “localizó un sitio que estuviera en un barrio en el que pudiera ofrecer lo que a él le gustaba vender, que era el mejor producto que había en esa época”, explica Elena.
¿Qué es una mantequería? “Mantequería era la forma en como se llamaba, en los años treinta e incluso antes, a tiendecitas en las que se vendía, principalmente mantequilla. Pero se dieron cuenta de que podían vender más cosas”, cuenta la propietaria.
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