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El mero hecho de conducir puede llegar a sacar la peor versión de una persona. No es ningún secreto que estar en el coche es una de las actividades más habituales en nuestro día a día. Pero esto genera una tensión que puede llevar a una persona calmada a convertirse en agresiva.

El nivel de tolerancia a la frustración es una de las causas más comunes que termina propiciando este comportamiento. Ni mucho menos esta es la única causa. Otro de los factores radica en observar cómo el resto de conductores exhiben situaciones de peligro sin tener en cuenta nuestra presencia. En este contexto el cerebro está interpretando unas conclusiones negativas hacia el otro conductor que desemboca en agresividad.

Síndrome del hombre irritable: el malhumor de los señores mayores

Tocar el claxon, gritar a otros conductores, insultar y encender las luces de largo alcance para deslumbrar a otras personas son algunos ejemplos de estas conductas.