María Luisa Merlo pertenece a una de las sagas más largas e importantes de actrices y actores españoles. Aunque más larga es la lista de éxitos que acumula en cine, teatro y televisión.
A sus ochenta años está mejor que nunca y lo celebra sobre las tablas con Mentiras inteligentes, una comedia que podemos disfrutar en el Teatro Amaya. Pero la actriz nos ha concedido una íntima entrevista para hablarnos de verdades.
“Estoy encantada con el éxito de esta función”. Así se ha presentado María Luisa, que nos ha asegurado que este “es el tipo de comedia que me gusta hacer”. Alta comedia, como ella misma la define: personajes de carne y hueso y unas brillantes situaciones que son las que hacen reír al público.
Proveniente de una larga lista de artistas (es hija de los actores Ismael Merlo Piquer y María Luisa Colomina Domingo), continuó con la tradición familiar y, siendo muy joven, debutó como bailarina en el Teatro de Ópera de Verona. Una práctica que todavía no ha perdido: “en casa sigo bailando. Bailo el reggaetón porque es divino bailarlo”.
Y ahora es madre, abuela y bisabuela y asegura sentirse “comodísima en los tres papeles”. La actriz confiesa que, en aquellos tiempos, compaginar el trabajo y los hijos era algo “tremendo” y difícil. María recuerda que “llegaba del teatro a las dos de la madrugada y a las cinco me estaba levantando para ir a televisión”.
A pesar de los años, ella sigue sintiéndose joven. “Es una cuestión de actitud. Y también está la meditación”. María Luisa nos cuenta que lleva muchos años meditando y que es una de las claves para sentirse tan bien.
Esta meditación es una de las culpables de que la actriz haya perdido ese punto rebelde que siempre la había acompañado. Ahora se siente “más calmada”, algo que ella asocia directamente a no tener pareja. “Estoy encantada. Lo llevo maravillosamente”.
Y por si alguien estaba preocupado por la jubilación de María Luisa Merlo, la actriz ha querido disipar todas las dudas y nos ha asegurado que seguirá sobre los escenarios mientras siga teniendo facultades y, por suerte, “tengo muchas”.