"Apártate cariño": una deliciosa comedia romántica
Doris vuelve al ataque y lo hace de la mano del director Michael Gordon En 1964 cosechó un enorme éxito gracias a “Apártate, cariño”
Cuatro años después del bombazo de “Confidencias a medianoche” Gordon filmó esta deliciosa comedia romántica y se reencontró así con Doris Day dispuestos ambos a sacarle el jugo a la historia de una esposa que es dada por fallecida en un accidente, pero que vuelve a casa justo cuando su marido se acaba de casar con otra. El argumento perfecto para liarla parda con las cosas del querer. La Day es la esposa que desapareció, Polly Bergen la que ocupó su lugar y James Garner el atribulado bígamo.
Permitid que os presentemos a Nicholas Arden, prestigioso abogado bien situado, padre de dos hijas y flamante marido. Pero su vida no siempre fue así. Hace 5 años perdió a su primera mujer en un accidente en alta mar, aunque su cuerpo nunca fue encontrado. ¿Sabéis por qué? Porque no había cuerpo que encontrar. Que sí, que ya es casualidad que el día en el que los recién casados inician su luna de miel, aparezca este inconveniente en sus vidas, pero son las cosas de las comedias de enredo. Y esta es auténticamente deliciosa, además de un traje cortado a la medida de la estrella femenina del momento.
Perfil Doris Day en “No os comáis las margaritas”
Doris Kapelhoff, nacida en Cincinatti, pero de ascendencia alemana iba para bailarina pero un traspié seguramente venturoso la encaminó hacia la canción donde la calidad de su voz y su elegante fraseo la convirtió en centro de todas las miradas en sus ininterrumpidas giras por todo el país. Por entonces ya había sido bautizada como Doris Day, nombre artístico que siempre odió porque le parecía propio de una stripper.
Aquel cine de postguerra necesitado de alegrías no tardó en echarle el ojo, colocándola en simpáticos musicales en los que popularizaba canciones que luego la radio repetía sin cesar, aunque enseguida se le dieron oportunidades en territorio dramático que supo aprovechar. Interpretar Ruth Etting, chica del gángster devenida en rutilante estrella del Music Hall le hizo subir tres o cuatro escalones de golpe y sus escenas con James Cagney como oponente fueron de altura. Ponerse a las órdenes de Hitchcock, como aterrada esposa de un hombre que sabía demasiado fue algo definitivo.
El tema central del filme, el famoso “Qué será, será” la acompañaría para siempre y eso que cuando la escuchó por primera vez, dijo “ésta no pasará a la historia”. Se equivocó, pero mucho más al elegir al que sería su tercer marido Martin Melcher, que se convirtió en su representante, administrador y productor asociado de sus películas La industria le consideraba un pesado que no valía para nada, pero como ella se había convertido en la mega estrella femenina del momento, le tuvieron que aguantar.
Sus inolvidables comedias suavemente sexuales al lado de Rock Hudson o Cary Grant resultaron extraordinariamente taquilleras y en ellas definió su imagen cinematográfica definitiva: la de una dama de cierta edad, ingenua y casi virginal a pesar de ello, con un carácter y marcada por modelitos increíbles, tocados de pesadilla y peinado imperturbable cincelado a golpe de litros de laca. El matrimonio ganó una auténtica fortuna en aquellos años 60.
Cuando el inevitable declive llegó, de tanto repetir la fórmula, quedó viuda y no tardó en descubrir que las cuentas estaban limpias y había proyectos firmados que la hipotecaban durante años. Cuando los terminó se acabó lo que se daba y desde entonces vivió medio recluida en su mansión rodeada de perros y gatos de su confianza. Ha cumplido los 95 y hace cuatro editó su último disco que fue todo un éxito.
El marido en apuros es James Garner, que tomaba en aquellos primeros años sesenta el relevo de Cary Grant en el ámbito de la comedia ligera. Compartía con éste elegancia y apostura. De hecho fue Cary Grant quien interpretó este papel por primera vez en la antigua versión en blanco y negro de esta historia realizada 23 años antes.
Perfil James Garner en “El romance de Murphy”
James Garner, militar condecorado en la Guerra de Corea y antiguo modelo sobre todo de bañadores y ropa interior, conquistó Hollywood desde la televisión gracias al jugador de póquer “Maverick” en los años 50. Con su casi 1.90 de estatura y su sonrisa socarrona característica no tardó en hacerse hueco en el cine, de segundo de a bordo del mismísimo Marlon Brando y ganando por ello el Globo de Oro, o haciéndole cucamonas a la taquillera Doris Day en alguna de sus divertidas comedias. Lo cierto es que tenía la retranca de un Cary Grant algo más de andar por casa que éste. Fue fundamental para que se llevara a cabo la evasión más taquillera que recordamos y sin él, en la piel de un mafioso que no acaba de entender lo que le pasa, los deliciosos travestismos de Julie Andrews hubiesen carecido de sentido.
A mediados de los 70 se hablaba de él por dos motivos: por el extraordinario éxito catódico de “Los casos de Rockford” y por un romance más o menos secreto con Lauren Bacall con la que compartió cartel en varios proyectos seguidos. Gracias a “El romance de Murphy”, sin embargo, logró su primera y única candidatura al Óscar, gracias a un personaje lleno de encanto que hizo las delicias de los corazones más románticos. Ya entrado en edades asumió su estatus de estrella otoñal, participando constantemente en filmes importantes y manteniendo todo lo intactas que le fue posible sus dotes para la seducción.
Polly Bergen, muy de moda entonces, y la veterana actriz cómica Thelma Ritter, seis veces candidata a un Oscar secundario que nunca consiguió, le dan empaque a una producción de primera categoría en rutilante tecnicolor y espectacular cinemascope. Solamente con ver la primera escena en la que un juez ciertamente especial es el protagonista, ya os vais a dar cuenta de que hay por delante una noche muy muy divertida.
Cómo llegó un papel destinado al sex-symbol del momento, a manos de la más recatada de Hollywood es uno de esos misterios muy difíciles de desentrañar.
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