El siempre interesante George Stevens filmó en 1656 uno de los más grandes melodramas de todos los tiempos: Gigante.
La película de esta noche es una de las inolvidables. Hace honor a su título desde el primer fotograma porque es una de esas obras maestras que han hecho grande al cine; que le da su lugar a los sentimientos sin negárselo al gran espectáculo. Un filme sumamente inteligente y adelantado a su tiempo, en el que se teje una intrincada telaraña de relaciones entre un puñado de personajes a cual más interesante, representados por un reparto de lujo entre los que destaca el triunvirato en el poder en aquellos días: Elizabeth Taylor, Rock Hudson y James Dean.
Todo comienza con un bien contado romance entre una señorita de ciudad con posibles y un terrateniente tejano relativamente vulgar. Y a partir de ahí no da puntada sin hilo. Cuenta la lucha de las mujeres por hacerse un lugar en la sociedad más allá de su rol de madres o esposas. Cómo el dinero influye decisivamente en la educación de los hijos. Cómo los errores del pasado obstaculizan el presente y le ponen freno al futuro. Cómo la ambición sin freno es fuente constante de odios y rencillas. Cómo se marcan diferencias insalvables por algo tan insignificante como el color de la piel. “Gigante” es como la vida misma; esa es su grandeza porque además está contada a lo grande. Grandes decorados, espléndida fotografía en exteriores, un director – George Stevens, el de “Un lugar en el sol” o “Raíces profundas” – que ganó el Oscar por su trabajo en la de esta noche. La película recibió 10 candidaturas en total, incluida la de mejor película. Y como no podía ser menos, su cartel refleja quiénes eran las grandes estrellas del momento. Rock Hudson el galán de moda; el más taquillero; siempre luchando por demostrar que era mejor actor de lo que decían.
Elizabeth Taylor, la más glamurosa, perfecta para encarnar a la indómita dama de sociedad que olvida su lugar entre comillas conmovida por el llanto de un niño. James Dean el rebelde recién llegado, capaz de movilizar a legiones de jóvenes que siguieron con auténtica pasión los pormenores de su corta vida ante las cámaras. El último día de rodaje de “Gigante”, le hizo un gesto obsceno a Rock Hudson, con el que se llevó tan mal como sus personajes en el film, besó a la Taylor de la que – pese a su fama de homosexual – estaba medio enamorado, montó en el Porsche Spider que se acababa de comprar y arrancó sin quitar el pie del acelerador hasta encontrarse con la muerte, que le estaba esperando para convertirle en una leyenda tan grande como el propio film que nunca llegó a ver.
Recordemos también a los que no figuraban en la cabecera de los créditos, pero tenían o se estaban trabajando un lugar en la historia del cine. La veterana Mercedes McCambridge, ganadora de un Óscar por “El político” es un buen ejemplo. Siempre recordada como la rival de Joan Crawford por la atención de Johnny Guitar. O Carroll Baker, que poco después se convertiría en toda una Baby Doll, con el consiguiente escándalo. O Sal Mineo, que acababa de obtener un enorme triunfo personal gracias a “Rebelde sin causa”. Y un Dennis Hopper casi irreconocible, que una década después se subió a una moto y cambió la historia.
Gigantes del cine, en definitiva y cada cual a su manera. Que la disfrutéis.