"Eva al desnudo": el papel que salvó la carrera de Bette Davis
La gran ganadora de los Oscars de 1950 tiene nombre y apellido: Eva Harrington, más conocida en el mundo del celuloide como “Eva al desnudo”
Joseph Mankiewicz situó el argumento en el mundo del teatro y a partir de ahí construyó una especie de universo de bolsillo en el que se reflejan las grandezas, pero sobre todo las miserias, del ser humano. La soberbia, el doblez, la manipulación, la arrogancia, el cinismo y por encima de todos ellos, la ambición sin escrúpulos y sin que nada ni nadie se pueda por delante. Con dos maestras de ceremonias de lujo para todo esto: Anne Baxter y Bette Davis.
“Eva al desnudo” es pura leyenda, porque legendaria es su aureola, aunque esté basada en un hecho real. La que envuelve al mundo del teatro, donde se desarrolla la tragicomedia de la vida, delante y detrás del telón.
Es la historia de Margo, una estrella madura que brilla como ninguna otra, y de Eva, una ambiciosa arribista que aspira a situarse donde ella está. Una joven de rostro inocente y suaves maneras, con la trastienda ciertamente podrida. De ellas y de cuantos las rodean. La mejor amiga de la estrella y su fiel ayudante que es la única que está con la mosca tras la oreja.
Del novio de aquella, que por poco acaba siendo el de la otra. De críticos de teatro de lengua afilada como estilete y de aspirantes a celebridades con aptitudes más que evidentes para el triunfo. El director Joseph Mankiewicz, el de “Cleopatra” o “La condesa descalza” retrata de forma magistral un universo que parece maravilloso, y lleno de glamour, pero que no se diferencia en nada del de cualquiera de nosotros. El que no haga teatro en su vida de un modo u otro, que tire la primera piedra.
Bette Davis esta magistral en el papel que le salvó la carrera. A los 42, y algo avejentada para su edad, hacía tiempo que el éxito no la acompañaba. Además se estaba divorciando y de las discusiones a gritos con su marido la mayoría de los días aparecía en el rodaje con la vozcompletamente cascada. Aun así y a sabiendas de que aquel papel había pasado por las manos de Bárbara Stanwyck, Claudette Colbert o la Dietrich antes de llegar a las suyas, llegó al plató peleona, y cuando la actriz Celeste Holm llegó el primer día a darle la bienvenida, les espetó en su cara. “Dios mío, gente educadita. Lo que me faltaba”. No se volvieron a dirigir la palabra en los 16 días que la Davis necesitó para componer el mejor trabajo de toda su carrera. Pero no le dieron el Oscar ni a ella ni a las demás actrices del film y eran todas – menos Marilyn Monroe – candidatas.
La película fue el último gran éxito de taquilla de los años dorados de la que fuera “reina del cine” en la década de los 40 y la estrella femenina mejor pagada de Hollywood, casi siempre a sueldo de la compañía Warner Brothers.
Perfil Bette Davis de “La Loba”
Como dijo su jefe, Jack Warner, cada lágrima que la actriz arrancaba a los espectadores, se convertía automáticamente en torrentes de dólares en las taquillas. Davis tras algunos accidentes en forma de película, con apenas 25 años no tardó en demostrar que no se le ponían por delante ni las bellas ni las listas.
Su mal carácter solo era superado por su talento. Su hoja de servicios llegó a ser la admiración del gremio. Ocho candidaturas al Oscar, dos estatuillas, la más destacada por encarnar a aquella “Jezabel” que vistió de rojo en el baile de debutantes, y un pedigrí con títulos como “La carta”, “La loba” o “La extraña pasajera” o “La solterona”. Pocas actrices gozaron de tanto prestigio y de tanto poder, en un mundo de hombres. Hasta que llegaron los cuarenta, que, en su caso, tras décadas de tabaco y de maquillajes imposibles a base de polvos de arroz, que eran los que prefería, le marcaron el rostro sin piedad. Eso y que nos hombres que volvían de la guerra no estaban para dramones de mujeres en apuros. Y así acabó su reinado. Tras la excepcional “Eva al desnudo” por la que sin lugar a dudas debería haber conseguido su tercer Óscar, durante más de una década, Davis tragó sapos y culebras en producciones de diferente pelaje que jamás consiguieron devolverle el trono perdido y que le obligaron a pedir trabajo a través de la prensa especializada, para pasmo del “todo Hollywood”. Arruinada, acumulando divorcios y con problemas con sus hijos, Baby Jane llegó al rescate, la sacó de la miseria y le permitió recordarle al mundo la clase de leyenda que la Davis podía llegar a ser.
Anne Baxter, la “Eva” de la que todos hablan, había ganado su primer Oscar como secundaria hacía tan sólo cuatro años, cuando retrató en la pantalla el desastre de una vida al filo de la navaja. Nieta del arquitecto Frank Lloyd Wright, las presiones de su privilegiado entorno no lograron hacer que desistiera de su empeño por ser actriz y, por esa determinación que definió su carácter, a los 16 ya la estaba dirigiendo Orson Welles y a los 19 Billy Wilder para el que compuso un papel de ingenua solo en apariencia que le abrió todas las puertas. Fui rubia para Hitchcock, con el que confesó que no se acabó de entender muy bien y reina de Egipto para Cecil B. de Mille. En la madurez, ya resguardada en el teatro y la televisión vivió uno de esos momentos en los que la vida imita al cine. Tuvo que sustituir a Bette Davis, de baja por una caída, en la celebrada serie “Hotel”.
De las 14 nominaciones que la película obtuvo de cara al Oscar – mantuvo el récord en solitario hasta la llegada del “Titanic”, seis se convirtieron en premios: Película, director y guion (doblete para Mankiewicz), sonido, vestuario, y actor secundario – el impagable George Sanders, que forma con la Monroe una pareja tan cínicamente divertida, por lo hacen y por lo que dicen, que les roban plano a todos los demás. Y además de los ríos de dólares y premios, de aquella sin igual experiencia también salió una boda: Davis y su pareja en el filme, el actor Gary Merrill, se enamoraron en quince días, se casaron poco después y se divorciaron tras una década de convivencia más o menos feliz.
Veinte años después de su enorme éxito, “Eva al desnudo” todavía daba mucho de sí. Tanto como para convertirse en un brillante musical en los teatros neoyorquinos primero e internacionales después, que se convirtió en el espectáculo que había que ver y llegó a contabilizar más de 900 representaciones, consiguiendo además devolverle a Lauren Bacall en la madurez, el estrellato que comenzaba desvanecerse. La actriz ganó así su primer Tony.
{{#href}} {{ text }} {{/href}} {{^href}} {{ text }} {{/href}}
{{#href}} {{ text }} {{/href}} {{^href}} {{ text }} {{/href}}
{{/text}} {{/kicker}} {{#title}} {{#text}}{{#href}} {{ text }} {{/href}} {{^href}} {{ text }} {{/href}}
{{/text}} {{/title}}{{#href}} {{ text }} {{/href}} {{^href}} {{ text }} {{/href}}
{{#href}} {{ text }} {{/href}} {{^href}} {{ text }} {{/href}}
{{/text}} {{/kicker}} {{#title}} {{#text}}