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Aquí está la película que define nuestro programa, como ninguna otra. El paradigma de lo que es un clásico: Lo que el viento se llevó.

Paradigma de lo que es además el concepto de Gran Cine: Una gran historia, basada en todo un best seller al que no le falta detalle, del romance más apasionado a las tragedias de la guerra, todo en uno.

Llevada al cine por un gran productor de los que piensan que más vale que sobre que no que falte, fotografía espectacular, escenas impresionantes, decorados suntuosos, música vibrante, un reparto irrepetible y, sobre todo y ante todo una campaña publicitaria como no se ha conocido otra igual. Buscando a Escarlata O´Hara se paralizó un país. Por poca gracia que le hiciera esto a Clark Gable.

Como suele ocurrir con la mayoría de las películas que son mucho más que eso, que en realidad son fenómenos o incluso leyendas, a veces no se sabe si es más entretenido el filme en sí o lo que ocurrió alrededor de su gestación.

¿Hubiera sido Lo que el viento se llevó lo que es si a una lectora de proyectos no le hubiesen entusiasmado las galeradas de un libro que iba a publicar una escritora desconocida llamada Margaret Mitchell?. ¿Y si su jefe, el productor David O´Selznick, no la hubiese hecho caso y no hubiera comprado los derechos para el cine?. ¿Y si, en lugar de haberse convertido en un best-seller hubiese sido un fracaso?. Pero no fue así.

Durante meses, dos fábricas estuvieron imprimiendo 24 horas al día ejemplares de aquel melodrama situado en el diletante sur de los Estados Unidos antes, durante y después de la guerra de Secesión. Centrado en el personaje de la joven Escarlata O´Hara, admirada por todos, pero que solo tiene ojos para el marido de su prima, la dulce y delicada Melania: el melancólico Ashley Wilkes, por más que el apuesto Rhett Butler, todo un tipo al que poco se le pone por delante, caiga a sus pies a regañadientes.

Escarlata solo va a tener dos ambiciones en la vida: recuperar lo perdido cuando fue la heredera de la hacienda de Tara y conquistar al único hombre que nunca la miró como un enamorado. Todo ello, entre penurias y derroches, entre incendios aterradores capaces de arrasar una ciudad y campos devastados por la sequía del odio.

O´Selznick, uno de los grandes con tan solo 34 años, cometió errores, como el de contratar al guionista Sidney Howard menos resuelto que Ben Hecht – el de ("Luna nueva” o “Encadenados” ) que, al final a base de bencedrina inyectada y tras cinco días y cinco noches sin pegar ojo consiguió que la historia tuviera coherencia aunque nunca firmó su trabajo.

O no imaginar lo difícil que sería que George Cukor, el favorito de las actrices del momento, se llevara bien con Clark Gable que, aparte de ir de machote, era inseguro y pensaba que las favorecía a ellas: A Vivien Leigh y a Olivia de Havilland. No tardó el actor en quitárselo de en medio y hacer que contratasen a Víctor Fleming, el de “Capitanes intrépidos”, que era más de su cuerda aunque lo obligara dejar a medias “El mago de Oz”.

Pero O´Selznick acertó en otras muchas cosas: Eligió, para cada cometido, lo mejor de cada casa.

Gable, Olivia de Havilland y Leslie Howard son elecciones perfectas para los personajes que interpretan: el galán de pelo en pecho, la dama virtuosa y el idealista con halo romántico.

Y la búsqueda por todo el país de la mujer que interpretaría a Escarlata fue un hallazgo publicitario sin precedentes. Por allí pasaron todas: grandes, pequeñas, medianas, con y sin experiencia. Solo faltaron dos: Bette, que, como no la habían elegido se montó una película sureña para ella sola y Kate Hepburn a la que su orgullo no permitió rebajarse a presentarse a un casting, cuando tuvo oportunidad de comprar la historia en un primer momento incluso con su propio dinero.

La elegida fue la británica Vivien Leigh, amante de Laurence Olivier que acababa de obtener su primer triunfo en Hollywood. El actor era cliente de la agencia de representación del hermano de O´Selznick y acudió con ella a presenciar el espectacular incendio de Atlanta en el que en 40 minutos tan solo – si se precisaba más tiempo podría extenderse sin control -, habría que filmar una de las escenas clave del filme, antes de que se iniciara el rodaje con actores y con el principal papel femenino por asignar.

Cuenta la leyenda que O’Selznick eligió a Vivian Leigh cuando vio reflejadas en sus pupilas las ardientes llamas del desastre. Pero no nos lo creemos. El papel ya estaba otorgado desde bastante antes.

Siete meses de rodaje después el productor tuvo en sus manos 30 horas rodadas, que dejó en cuatro, realizadas en 90 platós, en las que habían participado tres directores: Cukor, Fleming y el sustituto Sam Wood, 50 personajes con texto y más de 2500 extras, que, para aquellos tiempos era una barbaridad.

Costó casi cuatro millones de dólares, casi el doble de lo previsto, pero mereció la pena. “Lo que el viento se llevó” arrasó en taquilla desde el primer día y, para muchos si se tiene en cuenta el valor del dólar entonces, sigue siendo la película más taquillera de la historia. Y arrasó en los Óscar, consiguiendo 8 premios de 13 candidaturas. Mejor película, director, guión, fotografía, montaje, dirección artística y dos de sus actrices, Vivien Leigh y Hattie McDaniel, que como era negra, la primera candidata de su raza en esa categoría, la sentaron tan lejos del escenario en la entrega de premios que, cuando inesperadamente lo ganó, tardó en llegar a recogerlo lo que Escarlata en hacerse un vestido con las cortinas.

Pero más allá de ese éxito impresionante que aún resuena, ese viento, para la mayoría de los participantes en el filme se llevó muchas cosas. O´Selznick perdió su empresa, Gable a su esposa Carole Lombard con la que se acababa de casar y Leslie Howard fue abatido en vuelo mientras pilotaba su avión en lucha contra los alemanes. Vivien Leigh sufrió trastorno bipolar durante décadas y murió de tuberculosis a los 53 años y la autora de la novela Margaret Mitchell falleció atropellada por un taxi a los 48. Menos mal que Olivia de Havilland, a los 102 cumplidos, continua dando guerra y con la cabeza perfecta. Si no, todo esto, daría que pensar.

Vista ahora, lo cierto es que tras la búsqueda de Escarlata O´Hara, la posterior elección de la británica Vivian Leigh fue completamente lógica, si no hubieran existido estas dos actrices que fueron las que, en realidad, pudieron arrebatarle el papel.

Paulette Goddard, neoyorquina, 29 años entonces. Pero era la esposa de Charles Chaplin al que nadie quería tener por allí metiendo el bigote y Susan Hayward, también neoyorquina, 22 años entonces, a la que le faltaba un hervor y un pelín demasiado ansiosa por lograr el éxito.

Pero al final, todo eso como otras tantas cosas fue lo que el viento se llevó.