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(Actualizado

El próximo miércoles, 10 de julio, se cumplen 22 años del secuestro y asesinato por parte de ETA del concejal del Partido Popular en Ermua, Miguel Ángel Blanco, un hecho que marcó un antes y un después en la lucha de los demócratas contra el terrorismo de ETA y que dió lugar a lo que con el tiempos e conocería como el espíritu de Ermua.

ETA le secuestró cuando acudía a su trabajo. En la reivindicación exigían el traslado de 400 presos de ETA a las cárceles del País Vasco en las 48 horas posteriores o "lo ejecutarían".

El gobierno de José María Aznar anunció que no cedería al chantaje del terrorismo. El mismo día que se cumplía el plazo miles de personas salieron a la calle en las grandes ciudades para pedir a ETA que no cumpliera su amenaza. Horas después, Miguel Ángel Blanco fue encontrado maniatado y malherido en un bosque de Lasarte. Tenía dos tiros en la cabeza pero aun respiraba. Fue trasladado al hospital de Cruces en Baracaldo, donde lucharon por salvar su vida, pero las heridas eran mortales.

Cuando se anunció su fallecimiento, muchos lloraron de rabia. Un día después, más de seis millones de personas se echaron a al calle en todos los rincones de España y en todo el País Vasco, en señal de repulsa por el asesinato, con un grito unánime: "¡basta ya!".

"La muerte de Miguel Ángel Blanco marcó un antes y un después en el comportamiento de la sociedad vasca frente al terrorismo de ETA"

Como recuerda, José María Benito, portavoz de la Unión Federal de Policía, "la muerte de Miguel Angel Blanco marcó un antes y un después en lo que fue ETA y sobre todo en el comportamiento de la sociedad vasca frente al terrorismo de ETA". "Por primera vez, la sociedad en masa se echó a la calle llamando asesinos a ETA" y es que como recuerda Benito, "allí la sociedad vasca era silente con el terrorismo de ETA. A partir de entonces la sociedad vasca ya no se callará y se echará a la calle cada vez que ocurría un hecho violento".

"Se acabo el miedo de los españoles, de los vascos, de los ertzainas", incluso en el mundo de ETA hubo disensiones y deserciones. Había nacido del dolor, el "espíritu de Ermua" que sería decisivo en la derrota final de ETA.