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Nos adentramos en Bodegas Rosell, una taberna tradicional madrileña desde 1920 que mantiene su esencia de antaño. Situada a un paso de la Estación de Atocha, Manolo y sus hermanos son los legatarios de un establecimiento que fundó su abuelo con un almacén de vinos de barrio.

Hace cien años era un despacho de vinos a granel. Actualmente, una taberna que se ha adaptado sin perder su identidad a los tiempos que corren. Juan Antonio Rosell, su abuelo, fue quien compró el establecimiento.

"Era muy emprendedor, muy trabajador, en el pueblo le tenían como ejemplo. En la Guerra Civil lo pasó muy mal porque ambos bandos casi se lo cargaron", nos cuenta Manolo, su nieto, anecdóticamente.

Pero no todo es lo que se ve a simple vista. Este local esconde una sorpresa que se esconde en el sótano: el almacén de los vinos. "Estamos en una cueva de 1892 donde se almacenaban los vinos". De hecho, pocas tascas cuentan con su amplia selección. Tienen más de 200 referencias.

Si sus paredes de ladrillo antiguo hablaran, cuántas cosas nos contarían. "Fue refugio antiaéreo en la Guerra Civil, aparte de almacenar muchos vinos y efectivamente muchas historias en estos más de cien años", añade Manolo.

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El producto es bueno, pero en esta taberna se cuidan todos los detalles: cristalería de calidad, perfecta temperatura de cada botellas y atención personalizada. Sin lugar a dudas, Bodegas Rosell es un imprescindible punto de encuentro sobre el mundo del vino. "Se están elaborando unos vinos maravillosos. Colmenar, San Martín de Valdeiglesias, Navalcarnero".

Su fachada, de 1918, fue obra de Alfonso Romero Mesa, pintor sevillano que representó la Edad de Oro de la historia de la azulejería urbana en Madrid, donde también pintó los retablos de la Plaza de Toros de las Ventas, entre otros.