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David es la quinta generación de panaderos y pasteleros en Navalcarnero, el pueblo en el que la familia Capote endulza a los vecinos. Su bollo de aceite, elaborado como hace más de cien años, es todo un icono. Su verdadera receta es secreta. Confesable es el mimo con el que hacen cada pan o cada dulce artesanal que sale de este obrador madrileño.

Cariño y saber hacer. "Mis abuelos eran uno panadero aquí en Navalcarnero y otro de la isla de La Palma, y se enamoraron haciendo pan. Fue una historia de amor entre trigo y harina como digo yo", declara David.

Sin lugar a dudas, sus dulces y panes tienen mucha historia. "A mi bisabuelo Bautista le encargaron hacer el pan de la Batalla de Brunete y ahí conoció a mi abuelo Pedo, que vino dese la isla de La Palma y, como eran panaderos, fueron los encargados de elaborar el pan".

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"Aquí en Navalcarnero el dulce típico es el bollito de aceite y nosotros tenemos una receta que ha ido pasando desde mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre y a mí. Y, por ejemplo, quién lo elabora ahora es Óscar, que lleva tres generaciones con nosotros".

Óscar cuenta con el manuscrito auténtico de tres generaciones atrás, que guarda todas las recetas, incluida la del bollo de aceite, la cual guardan en secreto como una auténtica reliquia. "La madre de mi jefe fue quien me las escribió y lo tengo guardado con muchísimo cariño, pero no se lo enseño a nadie".

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Un dulce que elabora a diario y a ojo, ya que se sabe la receta de memoria. "Antiguamente todo el mundo los hacía en su casa e iban a la tahona a hacerlos. En ningún sitio de Navalcarnero en Navidades puede faltar un bollo de aceite y un vino moscatel".

Tras el mostrador de la panadería, Pilar vende las delicias a los clientes desde hace 24 años. Un dulce que elabora a diario y a ojo, ya que se sabe la receta de memoria. "Yo vine de Zaragoza. Conocí ahí a mi marido, que era panadero, quería seguir la tradición del padre y entonces vinimos aquí". Un negocio que ha cambiado con el paso de los años, pero que mantiene la tradición intacta.