La cotorra argentina, una especie protegida, ha invadido Valdemoro y el descanso para los vecinos resulta imposible por el constante ruido. A esta problemática se une el peligro de la caída de los árboles por el peso de los nidos.
"Todo el día estamos así, con el ruido de las cotorras. Está plagadísimo todo y con esto llevamos ya muchos años. Ellas ya se han hecho con el pueblo y están a sus anchas", nos cuenta Sheila, una de las vecinas afectadas.
La calle Río Manzanares es la más conflictiva. El principal problema es que no está aislada, sino que está rodeada de viviendas y los pinos prácticamente tocan la fachada. "En verano es horrible porque los vecinos no pueden dormir, no pueden ver la tele. Es que no descansas y el Ayuntamiento no hace absolutamente nada", añade Sheila.
"Por el peso de las ramas, si te das cuenta, empiezan a ceder los árboles. El día menos pensado por el ángulo que tienen no sé si se van a caer dirección al edificio o dirección a los coches. Es una cosa impresionante porque cada nido de esos son 20, 25 kilos. Esto va a ser una desgracia", declara otro de los vecinos afectados.
Por su parte, el Ayuntamiento de Valdemoro nos informa de que actualmente se encuentran censando los nidos y que, una vez establezcan un plan, solicitarán permiso a la Comunidad de Madrid para actuar.
Según el catálogo del Ministerio para la Transición Ecológica, la cotorra argentina es considerada una especie exótica invasora, lo que quiere decir que producen daño ecológico, económico y de salud en el hábitat donde se establecen y en el que no son nativas.
Esta ave se caracteriza por competir con otras especies autóctonas por la comida, daña cultivo, provoca daños en la vegetación para construir sus grandes nidos y se pueden instalar en postes de alta tensión, además de los problemas de ruido que generan por su instalación cercana a las casas. Asimismo, puede ser un vector para propagar patógenos y enfermedades a las personas y otras especies.
Al parecer, existe una evidencia científica que recoge y explora métodos para controlar las poblaciones de cotorras con el uso de trampas, control de fertilidad, modificaciones en el hábitat o el uso de dispositivos para asustarlas, entre otras.