Nuestra evolución y actual estilo de vida, ha hecho que los seres humanos hayamos perdido la capacidad de escuchar a nuestro organismo. Mientras que los animales y los bebés se alimentan por instinto de supervivencia, a medida que vamos creciendo y comenzamos a relacionar la comida con lo social, perdemos ese instinto y a menudo confundimos el hambre real con el emocional.
En Madrid mejora tu vida nos desplazamos hasta Faunia de la mano de la nutricionista Sonia Lucena, quien nos dará las claves para distinguir entre el hambre emocional y real y nos indicará las pautas para volver a alimentarnos por instinto.
¿Cómo detectar de qué hambre se trata?
Se entiende por hambre fisiológico o real al que surge de una necesidad natural donde el cuerpo cada cierto tiempo necesita alimentarse. Es decir, se basa en necesidades de nuestro organismo, surge poco a poco y su intensidad se incremente con el tiempo. Este tipo de hambre, se siente en la boca del estómago. Asimismo, es sabido, que cuanto mayor es nuestra hambre, más impulsiva se vuelve la decisión acerca de qué comer.
A la hora de alimentarnos, somos más flexibles en cuanto a la comida que vamos a realizar, pues realmente lo que nos interesa es saciarnos y satisfacer nuestras necesidades.
En cuanto al hambre emocional, surge de forma repentina, su intensidad siempre es muy alta, se siente por encima del estómago y está asociada a emociones o sentimientos que no necesariamente tienen por qué ser malos. En ocasiones, estar excitado o emocionado, genera un exceso de energía que se libera a través de conductas alimentarias compulsivas.
Este tipo de hambre no es flexible en las comidas, es decir, suele moverse por antojos y caprichos y la sensación de saciedad llega mucho más tarde que en el caso del hambre real.