Una visita obligada para todos aquellos que acudan a Senegal es ‘La Maison des Esclaves’ (La Casa de los Esclavos), un punto estratégico en la antigüedad para el comercio de esclavos.
Hasta aquí llegaban desde cualquier de África Occidental las personas que iban a ser vendidas y, a su llegada a este emplazamiento, lo primero que hacían eran dividirles en tres grupos: hombres, mujeres y niños.
A continuación, les pasaban a otra zona donde había una báscula gigante para pesarles ya que era un requisito imprescindible que pesasen más de 60 kilos antes de mandarles a América porque si no, no resistían el largo viaje y, aun así, el 25 por ciento de ellos fallecía en los dos primeros años en el continente americano.
A todos aquellos que no alcanzasen el peso mínimo, se les alimentaba con alubias para que engordasen rápidamente y poder ser vendidos.
Nos adentramos dentro de una de las habitaciones de esta casa, un pequeño cubículo donde podían vivir centenares de mujeres hacinadas y, en ocasiones, encadenadas al suelo.
Pero una de las peores torturas era el ser separadas de sus hijos, a los cuales solo podían ver a través de unos pequeños ventanucos que comunicaba las dos estancias donde se encontraban mujeres y niños, aunque, en ningún caso, podían tocarles.
La forma de capturar a estas personas era a través de trampas y otros utensilios de caza, como si de animales se tratase, y la mayoría procedían de Senegal, Guinea, Benín o Ghana. Todos terminaban aquí.
En esta ‘Casa de los Esclavos’ también se encuentra una de las puertas más infames de la historia, ‘la puerta del no retorno’. Por aquí pasaron 16 millones de esclavos durante los 200 años que estuvo este lugar en funcionamiento, todos fueron enviados fuera de África menos las mujeres de las que abusaban sexualmente y que, al quedarse embarazadas, pasaban a ser sirvientas.
‘La puerta del no retorno’ da al mar y aquí se ponía una gran pasarela por la que cruzaban los esclavos hacia el barco que les llevaría a América y para asegurarse de que ninguno de ellos intentara huir saltando al mar, como esta era una zona de tiburones, sus captores lanzaban sangre al agua que aumentaba la presencia de estos depredadores y disuadían a los siervos cualquier idea escapista.
En Senegal hay 28 casas donde se comerciaba con los esclavos, aunque esta es la más icónica de todas.