Una de las imágenes que uno se trae de Kuwait, desierto aparte, son las majestuosas Torres que se han convertido en un icono del país. Fueron construídas por un arquitecto sueco. Una, la más alta (187 metros de altura) alberga una cafetería que es en sí misma una plataforma de observación giratoria. Desde allí uno puede obtener unas vistas impresionantes de todo el centro de la ciudad. La otra torre (de 147 metros) es en realidad un depósito de agua, un bien que por su escasez tiene aún más valor que el petróleo para los kuwaitíes.
Sadam Hussein intentó destruir este símbolo del país con el ataque de Irak en 1990 pero no lo consiguió. De hecho las autoridades kuwaitíes destinaron hasta 6 millones de euros para reconstruir las partes dañadas por la guerra.