La gasolina y el diésel tienen fecha de caducidad, y los vendedores de carburante empiezan a pensar en cómo adaptar su modelo de negocio para no desaparecer.
Las gasolineras más grandes ya están obligadas a tener al menos un punto de recarga eléctrico. Una inversión de 70.000 euros que, mientras no haya más vehículos eléctricos por las calles, es imposible de amortizar.