Pontejos, la mercería que sobrevivió a una guerra y al asesinato de su propietario
Este sábado a las 21:30, Mi Cámara y Yo te descubre los secretos de esos negocios que han ido pasando de padres a hijos
Conocemos la historia de los Almacenes de Pontejos
Verónica Palma
Siempre ha estado ahí. En el número 2 de la Plaza de Pontejos. Viendo pasar a los madrileños, con sus prisas y sus necesidades. Ha resistido a guerras, al paso del tiempo y hasta a una pandemia. También a las nuevas modas de centro comercial. Pero los Almacenes de Pontejos tienen más vida de la que todos creemos y hoy más que nunca se consideran historia viva de Madrid. Casi una tradición que se ha transmitido de madres a hijos, como el negocio, que ahora lo regentan María y Antonio Rueda, hermanos y la cuarta generación de la familia al frente de esta empresa.
Cuántas veces habremos escuchado a nuestras abuelas cuando se ponían con sus labores decir: “Si no lo encuentras en Pontejos, no lo encuentras en ningún sitio” y acto seguido tener que acompañarlas a la mercería porque buscaban algo muy, muy específico que solo podían encontrar en este establecimiento. Pero. ¿cómo llegó Pontejos a convertirse en la mercería de referencia que sigue siendo hoy en día?
Todo fue gracias a Antonio Ubillos, un guipuzcoano que tuvo que buscarse la vida porque “como no era el mayor, no iba a heredar el caserío” de la familia. Así que decidió arriesgarse y venir a Madrid en busca de una oportunidad. Su tío, Ángel Caso, le hizo un hueco en su tienda donde “comenzó a trabajar como aprendiz y llegó a ser gerente”.
Pero pronto quiso más. Tener su propio negocio. Y el 1 de mayo de 1913 consiguió un local de alquiler en la céntrica Plaza de Pontejos para abrir su propia mercería: “Era lo suyo. Le gustó tanto que creó su propia mercería”, nos cuenta María Rueda, además de ‘heredera’, responsable del área administrativa. De hecho, y en homenaje al fundador, la empresa propietaria de los almacenes se llama Sucesores de Antonio Ubillos S.A y todavía hoy puede leerse sobre la fachada del número 4 de la calle del Correo ‘Encajes y bordados Antonio Ubillos’.
Pero, ¿por qué tuvo éxito? Antonio fue todo un visionario de su época. Por entonces, nadie se casaba sin tener un buen ajuar y él se dedicó a importar de Suiza las mejores puntillas. Se hicieron tan populares, que llegó a comercializarlas por todo el país. Al éxito de los almacenes también se sumó la enorme variedad de producto y sus precios tan competitivos.
Aunque no todo fue de color de rosa para los propietarios de estos almacenes. Cuando estalló la Guerra Civil en Madrid, asesinaron a su único hijo, Antonio, y ninguna de sus seis hijas pudo heredar el negocio: “Mataron a los empresarios y la tienda se quedó con las cuatro paredes. Se llevaron todo lo que había y lo destrozaron por completo”, cuenta María. Y, como no estaba bien visto que una mujer estuviera al frente de una empresa, el negocio recayó en las manos de su yerno, Máximo Rueda.
Pero no fue hasta 1975 cuando adquirieron la propiedad, y a excepción de unas obras para incluir algunas mejoras en el edificio, Pontejos sigue como en sus orígenes.
Hoy en día son sus dos nietos los que están al frente de los Almacenes de Pontejos, María y Antonio. Son ellos los que han adaptado el negocio a nuestros tiempos. Y, aunque siguen manteniendo su esencia, han implementado un nuevo sistema de stock y de almacenamiento, además de abrirse una página web desde la que venden cualquiera de los 60.000 artículos que poseen en la castiza mercería. También han puesto en marcha una academia donde dan clases de punto, ganchillo y patchwork.
Gracias a todo esto, hoy en día siguen atendiendo a unas 1.500 personas cada día, entre ellas rostros conocidos como Lolita o Cristina Rodríguez. Por aquí también pasan importantes modistos, programas y series de televisión, como Maestros de la Costura o Juego de Tronos, para adquirir artículos para su atrezo. Todo esto se traduce en unos ingresos de unos 2.000.000€ al año. Así que, madrileños, madrileñas, todavía tenemos Pontejos para rato ¡y nosotros que nos alegramos!