El sorprendente periplo viajero del Cristo de Medinaceli hasta quedarse en Madrid
La talla del Cristo cautivo ha estado en más de una docena de ciudades diferentes y en cuatro países
E.E
Dicen los más devotos del Cristo de Medinaceli que es capaz de hacer milagros. Uno de ellos, aseguran, es haber superado numerosos viajes por lugares hostiles y regresar totalmente intacto.
Y lo cierto es que esta talla del Cristo 'cautivo' estuvo realmente en cautiverio. Fue secuestrado, refugiado, escondido y finalmente tuvo que exiliarse antes de poder regresar a Madrid. Una historia 'de película' que comienza muy atrás en el tiempo, en el siglo XVII y que atraviesa un momento clave durante la Guerra Civil española.
El Cristo de Medinaceli más 'viajero'
Su historia se remonta a la primera mitad del siglo XVII. El Cristo de Medinaceli nació en Sevilla, en el taller del escultor cordobés Juan de Mesa. Se creó una talla de considerable altura: 1,73, representando al Cristo cautivo (según las escrituras del Nuevo Testamento, en el momento en el que Poncio Pilatos lo expone a una multitud enfurecida que exige su muerte). El rostro de la talla muestra el dolor de Cristo después de haber sido flagelado.
Pero la talla no se quedó en Sevilla. Ya en poder de la orden de los capuchinos, éstos decidieron llevar la talla a la Mamora (al norte de África), que acababa de ser tomada por los españoles. Era el año 1614, y los frailes pensaron que era bueno llevar una imagen de Cristo para los soldados católicos católicos que residían allí.
No fue tampoco Mamora el último destino en África del Cristo cautivo. En 1681, la ciudad volvió a ser musulmana tras caer en manos del sultán Moulay Ismaïl, y el sultán, en lugar de destruir la imagen del Cristo, ordenó enviarla como 'trofeo guerra' a otra ciudad al norte de Marruecos, Mequinez. Y así, como 'trofeo', arrastraron la talla por las calles para que todos pudieran mofarse, insultarla y escupirla. A pesar de este 'castigo', la imagen del Cristo no sufrió grandes desperfectos.
Por supuesto, el viaje del Cristo de Medinaceli continuó. Un monje trinitario al enterarse de que el Cristo sevillano estaba en Mequinez, se propuso rescatarlo. Para ello, ofreció el peso de la talla en oro. Era un Cristo grande y el rey musulmán pensó que sacaría buen partido de aquella operación. La codicia hizo que aceptara el trato. Sin embargo, para su sorpresa, el peso solo marcó 30 kilos, lo que equivalía a 30 monedas de oro. Curiosamente treinta monedas, pero de plata, son las que recibió Judas por 'vender' a Jesús de Nazaret, según cuentan las Escrituras.
Los Padres trinitarios elaboraron un escapulario con el símbolo de su orden (una cruz roja y azul), que servía como salvoconducto para que le dejaran atravesar tierras musulmanas hasta llegar a zona cristiana. Ese 'salvoconducto' indicaba que la talla había sido comprada y pertenecía a los monjes.
De esta forma, en 1682, el Cristo de Medinaceli llegó a Madrid, después de un largo viaje por Tetuán, Ceuta, Gibraltar y Sevilla.
Los madrileños empezaron a mostrar su devoción por este Cristo, al que llamaban 'Jesús del Rescate'. Pero no llega hasta la Basílica de Medinaceli hasta muchos años después. Al principio, fue pasando por distintas iglesias, hasta que los Duques de Medinaceli donan a finales del siglo XIX unos terrenos sobre los que se levanta unas capillas. Allí se llevará el Cristo y comenzará a llamarse 'de Medinaceli' por los Duques. Estas capillas, entregadas a los frailes capuchinos de Madrid, se convertiría más tarde (en 1929) en la actual Basílica.
Una huida 'de película' durante la Guerra Civil
En 1936, con el estallido de la Guerra Civil, unos milicianos intentaron quemar la talla del Cristo, pero los propios vecinos lo impidieron. Los monjes Capuchinos decidieron proteger al Cristo. Para ello, hicieron una caja de madera y metieron dentro la talla. La escondieron en la cripta, bajo unos escombros, pero los soldados republicanos la encontraron, un día que buscaban madera para hacer leña. Pero esta vez la talla tuvo más suerte, ya que el soldado que la encontró informó a la Junta de Defensa (a cargo del General Miaja) y ésta decidió llevar el Cristo a la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, creada para salvaguardar de la destrucción incontrolada a las obras religiosas más valiosas.
La talla de Medinaceli fue trasladada a San Francisco el Grande y desde allí viajó por, Valencia (estuvo en la iglesia del Patriarca), Gerona (castillo de Figueras y el de Peralada), pasó por algunas ciudades francesas, entre ellas Céret (Pirineo Oriental) y finalmente llegó a Ginebra (Suiza), en donde permaneció segura hasta su regreso, en 1939. Regresó en tren, en una caja cubierta por la bandera de España. La parada fue en Pozuelo de Alarcón, en donde esperaban algunos monjes capuchinos.
Desde entonces, 'El Señor de Madrid', es una de las imágenes santas con más fieles devotos. De hecho, cada viernes se celebraba, antes de la llegada de la pandemia, un tradicional Besapiés. Miles de personas hacían cola durante horas para mostrarle gratitud o pedirle algún milagro.