2020 se ha convertido ya en un año histórico, con imágenes que nunca vamos a olvidar. Con el recuerdo a las víctimas de la pandemia y a sus familias, pero también el reconocimiento a todos los colectivos que se han enfrentado a la enfermedad, y siguen haciéndolo, con valentía y profesionalidad. Un año que ha cambiado nuestras vidas.
Dos mil veinte comienza en marzo. Las calles en silencio y el único sonido procede de los hospitales.
Donde ciudadanos chinos dejan material sanitario. Se libra una guerra en las ucis de los hospitales y la vamos perdiendo.
En Madrid, el Palacio de Hielo se prepara para la llegada de los féretros. En Barcelona los ataúdes se amontonan en un aparcamiento.
Ante la falta de material sanitario en casas y empresas aportan su ayuda. Las videollamadas familiares a última hora de la tarde para repasar el día.
La cultura, la más golpeada, nos alivia el confinamiento. Las aulas están vacías y los barrios llenos de solidaridad.
A las ocho de la tarde suenan aplausos y sirenas. En Ifema se levanta un hospital.
La temida curva comienza a doblegarse. En verano volvemos a respirar.
Volvemos a dar abrazos a través de un plástico y comienzan a ensayar vacunas. Meses más tarde conocemos a Araceli. Con pasos inciertos abordamos 2021.