En el Camino Alto de San Isidro este martes reinan la calma y el silencio. Nadie quiere hablar de la tensión de este lunes por la tarde. Aquí no están bien vistos los chivatos.
La Policía Nacional evitó que la sangre llegara al río. “Los agentes acudieron cuando supieron que había tres personas atrincheradas en un piso”, relata Silvia Pérez, portavoz del cuerpo. Desde la ventana asomaba una escopeta. Los policías escucharon como decían que había balas para todos.
“Estaban apuntando con un arma de grandes dimensiones a la gente que había en la calle”, dice Pérez. En total había más de cuarenta personas, entre ellos el patriarca de El Pozo, que había acudido a mediar entre dos familias.
La fuga de Isabela
El origen de la disputa está en la fuga de Isabela, de 19 años. Hace unos días decidió dejar la casa que compartía con su marido, Manuel, de 20, y sus suegros.
A la policía le contó que llevaba tiempo sufriendo violencia física y psicológica: su suegra, contó, le mordía las orejas, su marido la golpeaba con mazas cubiertas por clavos y llegaron a raparle el pelo, una afrenta en la cultura gitana.
Pero cuando huyó dejó atrás a su hijo, de un año. Volvió a por él acompañada de su familia y fue entonces cuando estalló la tensión, con sus suegros y marido parapetados en la vivienda amenazándolos con el arma.
La policía logró entrar en la vivienda y reducir a los dos hombres. Han sido detenidos por amenazas, tenencia ilícita de armas (llevaban dos escopetas y una navaja) y malos tratos. Isabela ha recuperado a su bebé.