La localidad vasco-francesa de Biarritz, sede de la reunión de la cumbre del G-7 que comienza mañana, se ha convertido en una fortaleza inexpugnable. Policía francesa, española y la Ertzaintza suman fuerzas para evitar cualquier tipo de incidente. Diversos grupos de la izquierda radical, nacionalistas y los "chalecos amarillos" han convocado manifestaciones y protestas.
La cumbre comenzará a las siete y media de la tarde en el Hotel du Palais. El presidente francés, Macron, recibirá a los jefes de Estado y Gobierno de EEUU, Italia, Canadá, Japón, Alemania y Reino Unido, con el debut de Boris Johnson. Luego cenarán juntos. Otros líderes participarán como invitados. Pedro Sánchez asistirá a la cena del domingo.
El domingo y el lunes la cumbre se centrará en lucha contra las desigualdades, economía y seguridad internacional. Se desarrollarán encuentros bilaterales.
Trump, cuyo helicóptero ya está en el aeropuerto de Hondarribia, defenderá de nuevo la readmisión de Rusia en el grupo, algo que rechaza la UE por la guerra de Ucrania y la anexión de Crimea.
El encuentro cuenta con excepcionales medidas de seguridad. Francia desplegará 13.200 policías que contarán con el apoyo de fuerzas militares. España aportará 2.800 agentes, y el Gobierno vasco 4.000 agentes de la Ertzaintza. Se prevén problemas en las carreteras, agudizados por la vuelta de vacaciones y la operación del Estrecho. El Gobierno español ha vuelto a pedir evitar los pasos fronterizos.
En paralelo se va a desarrollar una contracumbre con actos de protesta convocados por nacionalistas e izquierda radical en Irún y Hendaia. Los chalecos amarillos celebran macroacampada en Urrugne. Se vigila de cerca la presencia de violentos infiltrados.