Vídeo: ROBERTO GÓMEZ | Foto:Telemadrid
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En un atragantamiento, la diferencia entre la vida y la muerte se mide en segundos. Afortunadamente, aquella noche, Javi y Braulio estaban en su puesto de la T-4 cuando escucharon unos gritos. “Pedían auxilio”, dice Braulio. “Sin pensarlo salimos corriendo para allá”, añade Javi.

Javier y Braulio son policías nacionales en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Más que correr, salieron disparados. Se encontraron a una madre con su bebé de 18 meses en brazos, sin respirar.

“La niña estaba azul, totalmente rígida”

“La niña estaba azul, totalmente rígida”, recuerda Javi. Durante varios segundos de maniobras que se hicieron eternos, la pequeña volvió a respirar. “En realidad respiramos todos, fue un alivio”, dicen.

La historia no acaba ahí. La temperatura del bebé subió drásticamente. “La despojamos de su ropita, le pusimos agua por la cabecita. Al ir hasta el centro médico cambia la temperatura, así que la abrigamos con uno de nuestro abrigos policiales”, cuenta Braulio. “Igual le despierta una vocación policial temprana”, dice riéndose.

“Nosotros hicimos lo que pudimos, gracias a Dios, salió bien, de héroes, nada”

Madre e hija pudieron seguir después su viaje. Los agentes siguen recibiendo mensajes de agradecimiento. Eso sí, lo de que les llamen héroes, les da un poco de pudor. “Nosotros hicimos lo que pudimos, gracias a Dios, salió bien, de héroes, nada”, zanja Javier. Y en ese momento, un chaval extranjero se acerca para contarle que ha perdido la riñonera. El policía se despide mientras le acompaña a recuperarla. Aquí, el trabajo, es lo primero.