Liz Truss desplegó este miércoles control, eficiencia y perseverancia en su primera intervención como primera ministra en la Cámara de los Comunes, lo que la aleja del estilo desorganizado e histriónico de su antecesor, Boris Johnson, de quien sin embargo se confiesa admiradora.
La líder conservadora, que ayer asumió las riendas del Gobierno del Reino Unido, empezó dubitativa pero cobró fuerza, sin perder su tono pausado y algo monótono, en su careo frente al líder laborista, Keir Starmer, quien no logró desestabilizarla con su habitual análisis técnico.
Truss defendió su plan para combatir la inflación energética y su controvertida rebaja de los impuestos tanto a ciudadanos como a empresas en su debut en la sesión semanal de control al Ejecutivo, que se prevé que de ahora en adelante sea menos teatral que en la etapa anterior.
Pese a que al inicio fue jaleada por su colegas conservadores, la nueva dirigente "tory", de 47 años, tiene el reto de ganarse a su grupo parlamentario -una mayoría absoluta de 357 diputados-, ya que la mayor parte no la apoyó en las elecciones internas para suceder a Johnson.
Truss descartó aplicar un impuesto especial sobre los beneficios de las petroleras para financiar una serie de medidas, que detallará el jueves, que permitan reducir la factura energética. La primera ministra alegó que gravar aún más a las gigantes del petróleo y el gas, que se han lucrado con el encarecimiento de estas materias primas, "desincentivaría la inversión".
En su primer discurso, ayer, en Downing Street tras asumir el cargo, Truss definió por su parte los tres ejes de su mandato: abordar la crisis energética, bajar los impuestos y mejorar la Sanidad pública.