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En la segunda noche de vigilia, tan multitudinaria como la primera, París sigue consternado y solo el sonido de los violines parece aliviar el dolor por el incendio de Notre Dame.

"Me siento feliz porque el gran símbolo que teníamos ha unido nuestras vidas".

"Mi corazón esta herido pero me siento feliz porque el gran símbolo que teníamos ha unido nuestras vidas", dice Sophie mientras dirige unos coros improvisados. Una mujer hace ondear la bandera tricolor, otro símbolo de unidad, y la multitud rompe en aplausos al paso de un camión de bomberos, convertidos en héroes de Notre Dame.

"No es una Semana Santa sencilla, pero hemos visto la cruz centelleando en el interior de la catedral y esa es una buena señal, asegura Justin con violín en mano. Los parisinos se aferran a la esperanza, a las promesas de una pronta reconstrucción, pero siguen en estado de shock.

"Puedo hablarles de ayer, pero no de hoy ni de mañana. Tengo que reconstruir mi vida a partir de ahora", dice Cecile, una mujer que acude a rezar a Notre Dame desde hace 44 años.