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El caso de Olivia y Anna se estudia como violencia vicaria. Un término que se acuñó hace unos años y que se define como la violencia que ejerce un progenitor sobre sus hijos para dañar a la madre o al padre.

Un tipo de violencia que se ha cobrado la vida de 39 desde 2013. Todavía retumban casos como el José Bretón o el parricida de Moraña.

La violencia vicaria busca atacar a una pareja o expareja a través de los hijos. “Porque a ellos sí tiene acceso”, nos dicen los expertos.

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Lo ocurrido en Tenerife es su manifestación máxima, pero hay otras muchas formas de hacer daño. Amenazas, suspensión de tratamientos médicos, paralización de trámites académicos o no proporcionar prendas de abrigo. Y lo último, utilizar el caso de Tenerife para amenazar minutos después de llevarse a los niños.

El objetivo, transmitir culpabilidad a la mujer. Culpa e interrogantes de por vida.

En muchos casos, los asesinos acaban poniendo fin a su vida. Pero los expertos piden diferenciar esta acción de los suicidios.

Cronología de la desaparición de las niñas de Tenerife

De José Bretón a Moraña

José Bretón asesinó a sus hijos de 6 y 2 años y los calcinó en una hoguera. En Moraña, el padre de Amaia y Candela de 4 y 9 años, utilizó una motosierra.

En Castellón un niño de 12 años fue apuñalado por su padre en presencia de su madre.

En El Ejido, un hombre degolló a su hijo de ocho años y se lo enseñó a su otro hijo. El día de la madre falleció por golpes de su padre un niño de 11 años en A Coruña. Por lo mismo pasaron otros niños en Adeje, Asturias, Ciudad Real.

Desde 2015, para este tipo de crímenes se aplica la prisión permanente revisable.