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Hace 10 años el misionero Miguel Pajares era repatriado desde Liberia. El primer europeo en contraer el ébola. Después llegó un segundo caso un médico español en Sierra Leona y un tercero, una enfermera madrileña contagiada. Fue un reto para el Hospital Carlos III, que sólo contaba con zona de aislamiento respiratorio.

En 10 años ha desarrollado una de las más complejas Unidades de Aislamiento de Alto Nivel. Se volvió a activar hace sólo 3 semanas, el 21 de julio, por un caso de fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, cuando un hombre se infectaba en Toledo por la picadura de una garrapata.

Esta unidad permite tratar a los pacientes con una enfermedad infecciosa de alto riesgo garantizando, además, la protección de los profesionales.

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En octubre de 2014, tras la atención a un segundo misionero infectado en Sierra Leona, una enfermera del hospital se contagió. El primer caso del mundo fuera de África. María Teresa sobrevivió. Fue la única y el principio de lo que hoy es la Unidad de Aislamiento de Alto Nivel del Carlos III.

Cuenta con laboratorio propio, 70 profesionales y dos habitaciones con presión negativa y esclusas de salida y entrada. Han atendido a 5 pacientes: 3 de ébola y 2 con fiebre de Crimea-Congo. Y esa es la que más preocupa ahora.

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Preparados para responder en todo momento ante cualquier enfermedad que en el mundo se cobra miles de vidas cada año.