Perdieron su último partido, el de dobles contra los estadounidenses Sock y Tiafoe. Pero era lo de menos. Sobre la pista del Laver, más de 40 títulos de Grand Slam reunidos por el de Manacor y el suizo.
Para despedirse Roger Federer consiguió lo imposible, pasar la bola por el minúsculo hueco entre el poste y la cinta que tensa la red. El punto no valió pero dejó a todos impresionados. De nuevo.
Al final, abrazos con los eternos rivales, con el top del tenis mundial. Pero para el recuerdo, la imagen de Federer y Rafa Nadal sentados en el banquillo, cogidos de la mano y llorando.
La mejor despedida, en activo, jugando, entre amigos y rivales.