El diestro extremeño Miguel Ángel Perera salió a hombros, tras cortar tres orejas por un toreo de escaso calado artístico, en el arranque de la feria madrileña de Valdemorillo, con la que tradicionalmente se abre la temporada taurina española.
El bonancible público que prácticamente llenó las cinco mil localidades del coso taurino serrano quiso premiar con generosidad el largo esfuerzo de Perera con dos toros más que manejables pero a los que apenas sacó muletazos de entidad y auténtico mérito.
Para que se produjera ese inflado triunfo contaron mucho sus aciertos a la hora de matar, pero hasta que llegó el momento de la verdad su faena al primero de la tarde, noblón y manejable, apenas había pasado de una mecánica acumulación de muletazos de rígida exigencia para el animal.
Y para que se llevara dos trofeos más contribuyó sobre todo la vibrante movilidad que tuvo el quinto, al que Perera también pegó muchos pases, aunque la mayoría empalmados desde la "cómoda" posición de la pala del pitón del enemigo, de manera más o menos descarada.
En medio de la grisura de la tarde, desde los tendidos se valoró ese momento con desmedida euforia, hasta el punto de que también se le concedió al de Montalvo una inmerecida vuelta al ruedo en el arrastre.
La tarde de Cayetano resultó muy poco lucida, a pesar de que en primer lugar se enfrentó al astado de más calidad del encierro, un bonito colorado que, medido de fuerzas, solo pedía pulso y temple para embestir con una gran profundidad, lo que el torero dinástico le aplicó en momentos demasiado aislados.
El quinto toro compuso con el lote de Ginés Marín la parte más deslucida del encierro salmantino. Con él se alargó Cayetano sin convicción ni fibra, mientras que con el tercero y el sexto puso empeño, pero sin ningún resultado, el otro extremeño del cartel.