La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a cuatro ciudadanos nigerianos a penas de hasta 37 años de prisión por captar a mujeres jóvenes compatriotas suyas, trasladarlas a España y a otros países europeos con documentación falsa y obligarlas a prostituirse atemorizándolas con ritos de vudú.
La mujeres eran sometidas a siniestros rituales de vudú, en los que les arrancaban las uñas y les obligaban a comer corazones de pollo crudos. Además, las chicas, a las que arrancan vello púbico como parte del siniestro ritual, vivían sometidas a sus captores.
El tribunal achaca a tres de los acusados -Osomwenyenmwen O., Mcdon I., Loveth A.- tres delitos de trata de seres humanos con fines de explotación sexual, dos de ellos con víctimas menores, y un delito de favorecimiento de la inmigración ilegal. Y los condena a 37 años de cárcel.
Al otro procesado, Supreme Lord A., lo condena por los tres delitos de trata a una pena de 32 años y nueve meses de cárcel.
Según la sentencia, los cuatro se aprovechaban de "la inmadurez y la precariedad económica" de las víctimas, a las que engañaron con falsas promesas de trabajo e intimidaban con ritos de vudú "de fuerte arraigo en su país, que les generaban "un estado de intenso temor y las hacía sentirse vinculados a los procesados para no sufrir las consecuencias" de esos rituales.
Una de las mujeres, que acabó en un polígono de Villaverde (Madrid) y con una "deuda" de 50.000 euros, relató cómo le cortaron las uñas y le tomaron una muestra de sangre que, le dijeron, iban a mandar a un brujo para realizar un ritual de vudú contra ella si no pagaba.
Después de tres meses en España, donde registró una petición de asilo con documentación falsa, fue obligada a viajar a Noruega para seguir prostituyéndose, hasta que las autoridades del país nórdico la expulsaron de vuelta a España.
Ante el temor de que la repatriaran a Nigeria, los integrantes de la red la enviaron a París, donde también fue forzada a prostituirse hasta que logró huir a Bélgica.
Las otros dos testigos protegidos, menores de edad, fueron captadas asimismo en Nigeria y sometidas a un juramento de vudú para garantizar el pago de la deuda contraída, comprometiéndose a no acudir a la policía ni a contar a nadie que debían ese dinero.
En España presentaron también una solicitud de asilo y comenzaron ejerciendo la prostitución en la calle en Bilbao, aunque una de ellas, ante el temor a que la policía la detectara por su apariencia de menor, fue trasladada a un club de Almería y después a Lloret de Mar.
La Audiencia considera probado que las dos menores "no tuvieron otra opción posible que aceptar el ejercicio de la prostitución y las condiciones que los procesados les imponían", obligadas a satisfacer una deuda cada vez más grande por el coste de su alojamiento y manutención "avalada mediante juramentos de vudú".