Instalaciones de la perforación superpofunda de China | @XHESPANOL
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Dicen que fue Felipe II el que decidió tapar con el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial una de las puertas del Infierno. La otra ya estaba cubierta por la catedral de Turín.

Siempre que algún país ha anunciado la perforación de la corteza terrestre a gran profundidad han aparecido comentarios y sospechas de todo tipo. Desde los meramente científicos a los comerciales pasando por el riesgo de encontrar civilizaciones perdidas o despertar fuerzas telúricas.

China lleva ya varios días en el desierto de Taklamakán agujereando la Tierra. No es la primera vez que los chinos sondan en esta parte del territorio. La plataforma petrolífera Tarim ya alcanzó los 9.000 metros de profundidad.

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El interés de esta nueva iniciativa es encontrar un nuevo yacimiento de petróleo o gas más que recabar muestras del Cretácico. Se han fijado, en principio, dos límites: alcanzar los 11 kilómetros de profundidad y dedicarle un máximo de 457 días.

Siendo el chino un agujero muy profundo, no será el mayor de los hechos hasta ahora. Los rusos estuvieron 20 años excavando en la Península de Kola y llegaron a poco más de los 12.200 metros.

EEUU anunció en los años 50 un proyecto para llegar hasta la zona de separación de la corteza terrestre pero apenas rascaron algunos cientos de metros del lecho marino.

¿Sabes que la historia del planeta está en el suelo de tu barrio?

Y es que hacer un agujero superprofundo en la Tierra no es sencillo. La corteza tiene un espesor que varía entre más de 70 kilómetros y menos de 10. El lugar más 'sencillo' es hacerlo a través del fondo marino, pero el problema es anclar una plataforma al lecho o mantener estable un barco-taladrador en medio del océano.

Si se decide hacer el agujero desde tierra firme tampoco es más fácil. Desplazar toneladas de equipos, mucho personal y luchar contra la presión y la temperatura que crecen a medida que se penetra en la corteza.

China, en esta ocasión va a poner a prueba nuevas tecnologías de prospección en su estrategia de localizar y explotar yacimientos superprofundos de hidrocarburos. En el desierto de Taklamakán no hay ningún infierno, pero puede llegar a serlo con un ambiente que varía entre los -40 grados del invierno y los 50 del verano.