Galileo, el sistema de navegación por satélite europeo que competirá con el conocido GPS, será más preciso, robusto e independiente. Esto gracias al trabajo de investigación de un ingeniero madrileño al que la Oficina Europea de Patentes ha entregado el Premio Inventor Europeo del año. De este modo, Europa se coloca a la vanguardia de las tecnologías de navegación por satélite. José Ángel Ávila explica a Telemadrid cuál ha sido el camino para llegar a este éxito.
El ingeniero español José Ángel Ávila, uno de los principales responsables del proyecto de renovación de Galileo, ha sido reconocido, precisamente por este trabajo, con el premio al Inventor Europeo en la categoría “Investigación” (una de las cinco que se conceden cada año). Con este premio, la Oficina Europea de Patentes (EPO), reconoce el trabajo realizado por el ingeniero para que el sistema de posicionamiento europeo pasara sin pena ni gloria, hasta (usando sus propias palabras) que “brillara con luz propia”.
MAYOR NIVEL DE PRECISIÓN
El trabajo llevado a cabo por José Ángel Ávila permite ajustar en gran medida el nivel de precisión del sistema, lo que por una parte ofrece un resultado más adecuado cuando se emplea un dispositivo basado en la ubicación y, lo que es mucho más importante, permite el desarrollo de nuevos servicios en los que el grado de precisión del posicionamiento sea algo crítico. Y es que, al depender de redes como NAVSTAR GPS, si por ejemplo el gobierno norteamericano decide reducir el nivel de precisión por razones estratégicas, puede suponer un serio problema para quienes dependan del mismo. Contar con un servicio europeo, de alta precisión, y regulado por las instituciones europeas, es sin duda algo que ofrece un alto grado de garantía.
Durante muchos años la Unión Europea ha pretendido poner en marcha Galileo, un servicio de posicionamiento propio, para no depender de los de terceros países. El problema es que, durante muchos años, el proyecto no terminaba de arrancar, y cuando parecía que lo iba a hacer, en poco o nada destacaba con respecto a los servicios norteamericano, ruso y chino. Dicho de otra manera, Europa no parecía decidida a aportar, a su propio servicio, algún elemento que lo diferenciara, para mejor, del resto de servicios. Hacer lo mismo pero más tarde, recuerdo haber leído hace algunos años. Sin embargo, y precisamente tras darse cuenta de que el planteamiento original era erróneo, y decidieron llevar a cabo un proyecto de mejora del sistema, para hacerlo realmente competitivo y, de esa manera, no solo convertirse en una referencia al respecto, sino también en una alternativa comercial cada vez más interesante.
José Ángel Ávila estudió en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicación, de la Universidad Politécnica. Ya entonces era, como dicen sus profesores, una figura emergente. Lleva fuera de España 16 años. Ha trabajado en Austria, en Alemania y en los Países Bajos. Nunca imaginó haber llegado hasta aquí.
UN TRABAJO EN EQUIPO
Ingeniero de la Agencia Espacial Europea (ESA) Ávila, junto con el belga Lionel Ries, trabaja en equipo con los franceses Laurent Lestarquit y Jean-Luc Issler, del Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES) de Francia, y con Günter Heinde, de la Universidad de Múnich (Alemania). El ingeniero madrileño, junto con un equipo que proviene del Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES) francés y de la Universidad de Múnich (Alemania), estaba nominado en la categoría de "Investigación" por haber generado un tipo de onda flexible y de alta precisión que mejorará la vida de los ciudadanos, empresas y científicos.
Competían con el sueco Lars Liljeryd, creador de un revolucionario sistema de compresión de archivos de audio, y con el holandés Jan van den Boogaart y el austríaco Oliver Hayden, padres del primer test de malaria automatizado y computerizado, que detecta con una velocidad y precisión inédita una enfermedad mortal que solo se descubre en el 10 % de los casos.
El premio al equipo en el que está Ávila es un reconocimiento a 15 años de trabajo, de un ingeniero formado en la Universidad Politécnica de Madrid, primero como investigador universitario en Múnich y después al servicio de la Agencia Espacial Europea (ESA) en Noordwijk (Holanda), desde donde ha ultimado una tecnología que ha marcado el camino para el resto de las potencias mundiales