Las opiniones confrontadas siguen patentes en la familia Jamal: los padres descubren que el pequeño Aissa se come unas tizas de clase para que una fiebre le impida ir a un campamento. Tiene pánico a que el resto de niños se metan con él por ser hermano de un terrorista.
Mientras, Ibrahim piensa que lo mejor es irse del País Vasco a un sitio donde nadie les conozca, Adila, la madre, se niega en rotundo. Confía ciegamente en la inocencia de su hijo Omar. Ellos no han hecho nada malo ni tienen nada de lo que arrepentirse. Es el drama de una familia marcada por los prejucios y los estereotipos.