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Historias con nombres y apellidos de los madrileños que nos dejaron
Más de 9.000 fallecidos en hospitales de Madrid. Más de 14.700 muertes si sumamos fallecidos en residencias, domicilios o cualquier otro lugar, sumando los casos con sintomatología clara de Covid-19 aunque no confirmados con pruebas PCR. La mayoría de los fallecidos por el nuevo coronavirus, mayores de 70 años. Pero cada uno de ellos con una vida tras de sí, llena de recuerdos y sesgada de golpe de forma abrupta. Sin tiempo para despedirse, sin tiempo para recibir un último beso. Sin esa última mirada de sus hijos, de un nieto, de un sobrino...
Esta pandemia ha dejado en Madrid miles de heridas abiertas, de vacíos infinitos. Y de dudas. Muchos de ellos jamás estarán en las listas oficiales.
Historias con nombres y apellidos
Las redes sociales han sido durante estos cien primeros días del coronavirus en Madrid como ese cementerio vetado por el confinamiento, un velatorio abierto a todos. Palabras que han dejado epitafios virtuales, que han gritado, llorado y recordado. Miles de personas han usado los canales online para intentar pasar el luto y superar el dolor, en busca de alguna muestra de afecto, aunque sea de un desconocido.
Lamentamos profundamente la pérdida del profesor @albertaylor
— Complutense (@unicomplutense) May 20, 2020
Su entrega a la formación de los estudiantes y su pasión investigadora, que le llevó al reconocimiento internacional en el campo de nefroprotección, le hace insustituible en nuestra comunidad#dep https://t.co/CdAsKecZNA
Dos de los quince farmacéuticos fallecidos
Ojalá pudiéramos rendir homenaje a todos y a cada uno de ellos. Pero al menos conocemos algunas de sus historias. Una de ellas, la de una pareja de farmacéuticos que murió con tan solo tres días de diferencia. Tomás Mejimolle y Mari Carmen Cuadrado. Él con 79 años y ella con 82. La pareja regentaba una farmacia ortopedia muy popular en el humilde barrio de San Nicasio, en Leganés. Allí se ganaron el cariño de todos sus vecinos. La fama de Carmen era tal, que muchas personas acudían desde lejos para buscar su ayuda. Una vocación que también siguió su hija. Los dos, Tomás y Mari Carmen, decidieron trabajar hasta el último día. Tomás falleció el 28 de marzo y su mujer, solo tres días después. Llevaban toda la vida juntos y decidieron irse juntos.
Siempre juntos y el camino al Cielo quiso Dios q tb lo hicieran juntos. Nuestra madre Carmen Cuadrado ya está junto a “José”. Padres ejemplares. Murieron con la BATA BLANCA puesta. la FARMACIA era para ellos vocación de servicio y la cara humana y cercana al paciente @MCmijimolle pic.twitter.com/Rf4L5sJywY
— Nieves Mijimolle (@NievesMijimolle) March 31, 2020
Luis Antonio, uno de los sanitarios fallecidos por covid-19
Luis Antonio Pérez decidió dedicarse a los demás. Para ello, estudió medicina, una vocación que más tarde también siguió su hija Marta. Él trabajaba en el Summa y tenía 61 años. Según el Instituto de Salud Carlos III en España han muerto 35 facultativos, pero la Asociación Médicos Unidos por sus Derechos habla de 76. De nuevo, las cifras no concuerdan. Lo que sí vale, desde luego, son los nombres y las historias. Y la de Luis Antonio es una de ellas. Su hija escribió para él una carta:
Hola papá, sabes lo cabezota que soy cuando me propongo algo. Te voy a echar mucho de menos. Quiero ser tú voz, para reivindicar todos los errores y admirar y proteger a quienes te cuidaron. #VoyASerTuVoz pic.twitter.com/VQ1W54Tzdg
— Marta Pérez (@MartaPe14) April 6, 2020
La historia de Luis Antonio habla de la entrega, de dedicación plena, de riesgos asumidos. Aún sabiendo que de enfermar podría ser muy peligroso, él siguió trabajando. Y tras sentir los primeros síntomas, se aisló en su casa. Hasta que notó que empeoraba y que ya no podía respirar. Un test que no llegó a tiempo y una historia que ejemplifica la labor de tantos sanitarios que han estado ahí, en la primera línea de batalla sin las armas ni los escudos necesarios.
Desgraciadamente, como conocemos muchas otras historias de sanitarios que han muerto durante esta pandemia. También se llevó por delante a José Antonio, un médico muy querido entre los residentes de San Agustín de Guadalix. También atendía a vecinos de La Cabrera, El Molar y Talamanca de Jarama. Por eso su muerte se ha sentido tanto. Un médico de pueblo es mucho más que un médico. Es amigo, consejero y casi, casi, un miembro más de la familia.
Muchos nombres de enfermeros
Las largas listas también recogen nombres y apellidos de enfermeros que cuidaron hasta el último instante de los enfermos. Como Esteban Peñarrubia, quien trabajó durante más de diez años en el Hospital Severo Ochoa de Leganés. Sus compañeros recuerdan su serenidad, su alegría y su eterna capacidad de sacar optimismo de en los peores momentos.
La muerte sin despedida
La confusión generada durante los primeros días de pandemia, la imposibilidad de despedirse de los familiares y la saturación de las funerarias hicieron realidad casos tan extraños como el de Tomás. Su hija, Rosa, tardó dos semanas en localizarlo después de que le dieran la fatal noticia del fallecimiento de su padre desde el hospital Gregorio Marañón. Ni la aseguradora ni la compañía funeraria sabían decirle dónde se encontraba el cuerpo de su padre. Y no fue el único caso. Al menos tres familias más estaban en la misma situación. Por ejemplo, la familia de Paz, que pasó más de diez días son saber dónde estaba el cadáver de su padre.
El drama de perder a un ser querido se acompañó de la incertidumbre de cuándo enterrarlo. Mateo tardó casi un mes en poder enterrar a su madre. Después de muchas llamadas, consiguió saber que estaba en el tanatorio de Parla. Pero no podían enterrarla. Y así pasaron los días, uno detrás de otro...
Las residencias de ancianos, la morgue del covid-19
De entre todos los fallecidos en la Comunidad de Madrid, se encuentran los nombres de miles de ancianos que murieron en las residencias. Rosario lo hizo en la residencia Adolfo Suárez, en el barrio de Las Rosas. Su hija denunció la forma en la que se abandona a los mayores durante esta pandemia:
Rosario ha perdido a su madre: estaba en una residencia.
— Telemadrid (@telemadrid) April 13, 2020
📡en directo https://t.co/Cnw7Ol5lQX #quedateencasa @buenosdiastm pic.twitter.com/tYAKrkJAlB
La muerte más triste: la soledad
Una de las caras más trágicas de esta pandemia ha sido la de la muerte en soledad, la de tantos mayores que murieron en sus casas y cuyo cadáver tuvieron que rescatar los bomberos, ante el aviso de los vecinos al detectar el olor. Son historias anónimas, donde la soledad es el nexo de unión, el nudo de una historia con un mismo desenlace.
Las muertes durante los primeros días de la pandemia fueron tantas que hasta los servicios funerarios se veían superados. Totalmente colapsados y sin ataúdes suficientes. Hasta un empresario madrileño, Javier Ferrándiz, propuso la producción de féretros de cartón biodegradable. Un sistema más económico, ya que cada uno de ellos solo costaría 100 euros.
Un goteo que no cesa
El número diario de fallecidos en la Comunidad de Madrid ha bajado mucho, pero sigue activo. Y cada día conocemos además los datos de nuevos contagiados, alguno de ellos con riesgo potencialmente alto. El número de contagios en la autonomía arroja un total acumulado de 68.984 positivos confirmados con pruebas PCR desde el comienzo de la crisis sanitaria. De todos ellos, 14.000 no han conseguido superarlo.
Nos quedaremos sin embargo con el dato positivo: las personas hospitalizadas bajan ya del millar al situarse en 937. De todos ellos, cerca de 200 están ingresados con síntomas graves.