El serbio logró su primer oro olímpico tras ganar en dos sets: 7-6 y 7-6 en casi tres horas de partido
Es la primera medalla olímpica para el murciano
Efe
Carlos Alcaraz se quedó con la medalla de plata de tenis individual en los juegos Olímpicos superado por el serbio Novak Djokovic, que se impuso en la final disputada en el estadio Philippe Chatrier de Roland Garros por 7-6 (3) y 7-6 (2).
En una exhibición entre los dos mejores jugadores del momento, el serbio logró el triunfo en un pulso que duró dos horas y 52 minutos para lograr el único éxito que faltaba en su palmarés. Alcaraz, en su primera participación olímpica, fue plata.
El bronce fue para el italiano Lorenzo Musetti, que el sábado ganó al canadiense Felix Auger Aliassime.
Nos has regalado una final en la que la #Plata no es lo de menos. ¡Importa y mucho! Un auténtico espectáculo en tus primeros Juegos sólo al alcance de los mejores.
La mejor versión de Novak Djokovic, la necesaria para sobrevivir al ciclón Carlos Alcaraz, apartó al español del camino hacia el oro y, por fin, le coronó como campeón olímpico, en París 2024, con una victoria por 7-6 (3) y 7-6 (2), el único éxito grande que quedaba pendiente en su inigualable historial y que dejó a su rival a orillas de otro registro legendario.
Un partido de altísimo nivel entre los dos mejores del momento que realzó la ambición de un jugador que se resiste a descender del pedestal en el que le ha situado la historia ante un alumno aventajado, un privilegiado natural que apunta a deportista de leyenda.
El Djokovic más brillante, a lo campeón, cerró el círculo y enterró su obsesión olímpica. Ha sido tardía, pero llegó. El más veterano en disputar una final de unos Juegos, en lograr el oro, se sitúa entre los elegidos.
Ya tiene su Golden Slam. Los cuatro Grand Slam y la medalla dorada en unos Juegos. A la altura de Andre Agassi, Steffi Graf, Rafael Nadal y Serena Williams, presente en uno de los fondos de la pista Philippe Chatrier, cuya grada no disimuló su apoyo incondicional al serbio desde el principio hasta el final.
Fue, de paso, una revancha para Nole, sacado de la pista en el último cara a cara, hace menos de un mes, en Wimbledon. Entonces, Alcaraz logró ganar en tres sets, del tirón, y sumar su tercer triunfo contra el serbio en seis enfrentamientos disputados. Con esos números llegaron a la cita de París.
No hay objetivo que se resista, antes o después, al ganador de veinticuatro Grand Slam, que acudió a la cita con la lección aprendida y con el físico necesario para mantener el tipo ante un rival dieciséis años más joven.
No desmereció Carlos Alcaraz, que tuteó a lo largo del choque a un rival magnífico. Al contrario. Solo los detalles, dos desempates, le privaron de lograr la tercera medalla de oro olímpica para España, la segunda individual, tras la de Nadal en Pekín 2008 a la que sumó el dobles de Río con Marc López.
El más joven en alcanzar una final olímpica cayó ante el más veterano, el tipo que esperaba que no llegaría hasta el último tren y que se agarró fuerte, en un gran momento, en recuperación para conseguir su segundo premio olímpico tras el bronce de Pekín 2008, y un premio gordo en un año sin brillo, desplazado por el furor de jugadores de la nueva hornada como el propio Alcaraz o el italiano Jannik Sinner.
Se quedó en la orilla de ser el tercer jugador en ganar Roland Garros, Wimbledon y los Juegos en una misma temporada, en seguir la estela de Nadal que en tantas cosas continúa. Alcaraz, el cuarto español que disputa una final individual, queda al lado de Jordi Arrese o Sergi Bruguera, los otros que fueron plata.
Y fue por poco, en una dura y enconada lucha de casi tres horas de pelea, de cuerpo a cuerpo en una pista donde triunfó semanas atrás, en Roland Garros. Pero no hay escenarios demasiado grandes para el murciano.
Ya son varias las ocasiones y lugares grandiosos donde Carlos Alcaraz no ha sentido el impacto, no se ha dejado influenciar ni por la magnitud de un evento ni por la historia ni por el rival. A pesar de que el enemigo tenga más antecedentes que ninguno y más gloria que nadie. De hecho, hace menos de un mes que el español pasó por encima del serbio. Es porque tiene talento, mucho talento, desparpajo y descaro.
Además de una cabeza extraordinaria, un carácter ganador y frescura de juventud.
El cuerpo a cuerpo permanente no cesó. Cada uno amarró su saque, con menos ocasiones de rotura que en el primer set, y volvió a decidir el desempate. Es experto en eso el serbio, que, igual que en el anterior, fue mejor.
Definió su vigésima victoria olímpica, más que nadie, los puntos clave, sobrevivió a los instantes de inquietud y sentenció en el momento preciso. Volvió su mejor versión para darle el éxito ansiado, cerrar su obsesión y privar a Alcaraz, errático en los 'tie break', de la carrera del oro. El serbio cerró el circulo.