Situada al sureste de Australia, Canberra se instauró como la capital del país por un acuerdo al que llegaron a primeros del siglo XX las otras dos grandes ciudades, Sidney y Melbourne. Es una de las capitales mundiales menos conocidas, pero se trata de una ciudad con grandes zonas verdes y llena de oportunidades de turismo y negocio.
Carola vive junto al lago Burley Griffin, construido artificialmente en los años sesenta. Nos muestra su lugar de trabajo, el Departamento de Inmunología y Enfermedades Infecciosas en la Universidad Nacional Australiana, dedicado al estudio del genoma humano.
Subimos al monte Ainslie, que ofrece las mejores vistas de la ciudad, visitamos el nuevo y lujoso Parlamento australiano y accedemos a la emblemática Biblioteca Nacional, que guarda el diario de viajes del Capitán Cook, considerado descubridor del país.
Canberra ofrece algunas postales al viajero como Anzac Parade, la gran avenida donde se encuentra el War Memorial y desde la que se observa el Viejo Parlamento, o las zonas peatonales del downtown.
Mari Carmen nos muestra la lujosa zona de embajadas y los edificios más antiguos de Canberra, que apenas llegan al siglo de antigüedad. Mientras, Begoña nos muestra parte de la vegetación circundante. En el Black Mountain se encuentra la Telstra Tower, una torre de telecomunicaciones que ofrece unas vistas de 360 grados sobre la capital.
Visitamos el curioso Old Bus Depot Markets, un mercadillo surgido en las antiguas cocheras de autobuses, y nos desplazamos hasta Tidbinbilla, uno de los tres centros de seguimiento espacial de la NASA. Otro de ellos es el madrileño de Robledo de Chavela.
Marta nos muestra el Arboretum, un proyecto de replantación en una zona incendiada hace unos años. Canguros, koalas o reptiles son compañeros habituales en las zonas naturales de Australia; de hecho, en el país hay más canguros que personas.
Por último, conocemos a Quique, un simpático vallecano conductor de la Empresa Municipal de Autobuses que consiguió su trabajo a los 50 años. Visitamos Huskisson, a unas 3 horas de Canberra, una zona de costa a la que acuden muchos habitantes de la capital para pasar fines de semana o vacaciones. La arena de su playa es la más blanca del mundo. Pero ojo, hay que bañarse con precaución por la presencia de tiburones y otros animales marinos peligrosos.