La N-320 nos lleva hasta Torrelaguna. Antes de llegar al municipio hay que girar a la izquierda por la M-124. Se pasa bajo el Canal de Isabel II y se toma una pista a mano derecha que nos adentra en un pinar de repoblación. En unos minutos llegamos al área recreativa de Valgallego: mesas de madera, columpios y buenas sombras para quien quiera pasar el domingo. Pero este enclave ofrece más a quienes se alejen por sus senderos, paseando entre encinas centenarias. Algunas de ellas tienen un porte majestuosos y están incluidas en el catálogo de árboles monumentales de la Comunidad de Madrid. María Paz, técnico forestal que nos acompaña en el paseo, nos explica que cuando crecen tanto sus hojas pierden los "pinchos", que ya no necesitan para defenderse de los hervíboros, ya que su altura no las hace accesibles.
Oimos el rumor del agua cercana que fluye entre un bosque de galería.
Olmos y chopos cerca del agua nos conducen hasta un pequeña ermita la de San Vicente, junto al arroyo del mismo nombre. Se erigió en 1956 y la cuidan vecinos del municipio.
Cruzamos el arroyo y el camino se bifurca. A la izquierda arranca una senda que va hasta la Cabrera, a la derecha otra hacia el Cerro de la Caleriza. Paredes rocosas que hacen las delicias de algunos escaladores enmarcan el camino.
Se recorre en unas cuatro horas y permite ver de cerca atalayas árabes del siglo XI alguna de ellas bien conservada. También huellas fósiles de lo que en otro tiempo fue un mar. Termina en el municipio, villa natal del Cardenal Cisneros, una buena excusa para contemplar su Ayuntamiento renacentista y la Iglesia de la Magdalena una de las muestras mas importantes de la arquitectura gótico-renacentista de Madrid.