Nunca antes, desde la fundación del Museo del Prado en 1819, se había podido contemplar estos dos retratos ecuestres como puede hacerse desde hoy. En el siglo XVIII, cuando los lienzos se iban a instalar en el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro decidieron añadir a ambos cuadros unas bandas laterales pintadas que obligó a retocar los fondos. Entonces, se buscaba una composición más horizontal en los lienzos.
Ahora se han retirado esas bandas (que por otro lado se han conservado en unos bastidores específicas para ellas), y se han eliminados los añadidos sobre los fondos. Además se han eliminado las suciedades y barnices deteriorados sobre ambos cuadros, lo que ha contribuido a recuperar el color original. Así, el retrato de Felipe III recobra ese azul intenso en el fondo, tono nada habitual, por otra parte en Velázquez.
Las modificaciones sobre el fondo se aprecian aún más en el retrato de Margarita de Austria. Los trabajos del siglo XVIII ocultaron el jardin sobre el que se había realizado el retrato y en su lugar se presentaba a la reina en campo abierto. Ahora, el retrato recupera su ubicación original.
Ambos lienzos son trabajos del pintor de corte y su taller. En realidad, Velázquez actuó más sobre los caballos y los fondos (más que sobre los retratos de los monarcas) lo que pone aún más en valor esta restauración.
El Musedo del Prado ha recuperado además la escultura de Ariadna dormida, una obra del siglo II d.c esculpida durante el gobierno del emperador Marco Aurelio. La restauración ha recuperado la unidad de la pieza. Se han eliminado esas grietas que entorpecían la visión de la escultura e impedían que se vieran como un conjunto. La restauración se ha realizado con una técnica puntillista lo que permite distinguir perfectamente las piezas originales y los trabajos de restauración.