En la vorágine del éxito, el calor del público, de la audiencia y de los grandes pabellones, el niño de vida modesta que fue Pablo López se acostumbró a que su vida fuese un tobogán continuo sin zonas llanas... y colapsó. De eso habla su nuevo disco, 'Unikornio', de la llamada de auxilio y del camino de vuelta."Era abrumador tener al alcance todo lo que me parecía que estaba prohibido soñar", dice al rememorar noches como la de su debut en el Wizink Center de Madrid en 2018 ante 14.000 personas tras convertirse en uno de los artistas españoles de mayor éxito comercial.
Ante la publicación este viernes de su cuarto disco de estudio, que toma el relevo a "Camino, fuego y libertad" (2017), López (Málaga, 1984) cuenta que eso le provocó "una adicción absoluta a desayunar, almorzar y cenar en ese estado" de excitación perpetua.
"Aún estoy en proceso de desintoxicación de tanta belleza para asimilar que a veces hay que aburrirse", añade.
Todo el proceso está narrado en "Unikornio" (Universal), que se presenta con un bello diseño de la artista Pilar Zeta y dividido en dos partes como se aprecia mejor en el vinilo: una primera titulada "Mayday", con cinco movimientos, que es "la que da la señal de ayuda".
"Es donde aviso de que el barco va medio a la deriva y en la que me doy cuenta de que tengo que asimilar que soy yo y aprender a pedirme perdón", desgrana ante temas como "Mámano" o "Tempo".
"Stay", con otros cinco, es la segunda parte. "Con la belleza aplastándome, hay que buscar la salida del laberinto. Empieza con 'Mariposa' y llega 'La niña de la lintera', que es como el faro, el amor, para acabar con 'Viba', que es pisar fuerte, y con el 'Unikornio', que me dice que aprenda a vivir conmigo", cuenta.
"Aceptar la imperfección"
Es el suyo un unicornio con "k", porque quería que en general los títulos de las canciones tuviesen "cierta controversia". "Y este es un unicornio con alguna que otra cicatriz, con alas aunque estén rotas, al que hay que ir a sacar de una comisaría".
Según sus palabras, este es sobre todo un disco sobre "la aceptación de la imperfección" y, aunque está en ello, reconoce que sigue sin poder abrazar uno de sus defectos.
"Como buen controlador, me sigue dando tanto pavor y rabia no entender por qué hago ciertas cosas, que en lugar de acercarme a preguntarme, rehúyo y meto la cabeza bajo tierra como la avestruz", señala antes de apuntar que solo con este tema tiene "otro disco por grabar".