De la Plaza del Arrabal a la Plaza Mayor, más de 400 años de historia de Madrid
Mercado, plaza de toros, patíbulo, aparcamiento y lugar de encuentro a lo largo de cuatro siglos
Tres incendios, una guerra y multitud de transformaciones no han podido acabar con este foro matritense
REDACCIÓN
Lo que comenzó siendo una gran laguna y luego un simple cruce de caminos ha acabado convirtiéndose en uno de los espacios más emblemáticos del centro de Madrid, la Plaza Mayor. Aquí coincidían quienes transitaban hacia Toledo o hacia Vallecas pasando por la Ermita de Atocha.
No en vano, aún siguen presentes las calles de Atocha y de Toledo que, si las prolongamos con la imaginación, acaban encontrándose, más o menos, en la estatua de Felipe III. En mitad de la gran plaza de la ciudad que fue inicialmente la Plaza del Arrabal.
Arcos y calles
La Plaza Mayor de Madrid fue antes que polo de atracción turística, mercado de abastos y asiento de los diversos gremios. Cuchilleros, cofreros, botoneras...Algunos de los 10 arcos de entrada y salida a este enorme foro matritense siguen llevando el nombre de quienes ejercían su oficio dentro o alrededor de la plaza.
Pero este recinto tal y como lo conocemos, con su fisonomía rectangular y sus espacios aporticados, es obra de los Austrias. De dos de ellos, Felipe II y Felipe III. El primero de los monarcas la inició en 1580 y el segundo la concluyó e inauguró en 1619. En su traza, ejecución y reconstrucción han participado algunos de los mejores arquitectos españoles de la historia como Juan de Herrera, Juan Gómez de Mora, Juan de Villanueva o Antonio López.
Y hablamos de reconstrucción porque la plaza ha sufrido, al menos, tres grandes incendios en los siglos XVII y XVIII que o la destruyeron o la afectaron enormemente. Pero de cada golpe ha surgido la oportunidad de hacer algo nuevo aquí. Mejorar la decoración, el saneamiento o incluso rebajar su tamaño. Porque la Plaza Mayor antes tenía cinco alturas, pero viendo lo fácil que ardía se decidió limitarla a tres.
Los nombres de la plaza
Ni la Plaza Mayor ha sido siempre igual ni el nombre ha sido siempre el mismo. Ya hemos conocido la Plaza del Arrabal, mas a lo largo de la historia ha sido Plaza de la Constitución, Plaza de la República, Plaza de la República Federal, otra vez de la Constitución y finalmente Plaza Mayor de Madrid que es su denominación original.
Es imposible no fijarse en la imponente estatua ecuestre de Felipe III, obra de Pietro Tacca. El mismo autor de la estatua de Felipe IV de la Plaza de Oriente en cuyo diseño llegó a participar el propio Galileo Galilei. La efigie de Felipe III tiene por si sola toda una historia de anécdotas pero si algo la ha caracterizado es su permanencia allí de manera casi ininterrumpida. Sólo se ha retirado una vez para construir el aparcamiento subterráneo bajo el adoquinado.
Un espacio muy aprovechado
El pavimento y el aspecto de la plaza también ha cambiado con el paso de los años. Tierra, piedra, asfalto y adoquín se han ido superponiendo según han ido pasando los usos por este recinto. Mercado, plaza de toros, lugar de juicios de la Inquisición, patíbulo de nobles y plebeyos o aparcamiento público. Todo ello en un rectángulo de 129 metros de largo y 94 de ancho.
Hasta el 10 de mayo de 1966 se permitía estacionar el coche bajo la mirada de Felipe III y algunos recordarán que hasta mediados del siglo XX la Plaza Mayor la atravesaban vehículos de todo tipo, tranvías, autobuses, turismos. Desde entonces el peatón no ha dejado de ganar espacio en el centro de Madrid.
Los árboles de la Plaza Mayor
Pero si algo falta en la Plaza Mayor es un poco de vegetación. No en Navidad, cuando los puestos de abetos y pinos se instalan para su venta. Pero, ciertamente, en todo el foro no hay ni un solo árbol. Esto no ha sido siempre así.
Durante buena parte del siglo XIX y del XX un pequeño bosque ocupaba el centro de la plaza y posteriormente se mantuvieron varias jardinerías, hasta que el tráfico y los usos motorizados acabaron con ellas. Recientemente se ha debatido sobre la conveniencia de recuperar cierto verdor en la Plaza Mayor a base de grandes maceteros, pero la iniciativa no ha cuajado por ahora.
Turismo, pero no solo turistas
En la actualidad ya no encontramos colgados del los soportales las mercancías para vender, ni los gremios se juntan en su entorno. Sin embargo, algunos de los comercios centenarios y más tradicionales siguen abiertos a pesar de las dificultades que presenta la competencia y los elevados precios de los alquileres de los locales.
Aún así podemos encontrar sombrererías, relojerías, joyerías y tiendas de filatelia y numismática. Y es que, precisamente, el comercio e intercambio de sellos y monedas o incluso cromos sigue siendo algunas de las actividades más fieles que se siguen realizando en la Plaza Mayor los fines de semana y festivos bajo sus arcos.
Muchos turistas que pululan por aquí se arriman a estos corros de expertos en el dinero de antaño y las estampas postales y observan curiosos al intercambio o la venta. O se dejan retratar o caricaturizar por alguno de los artistas que ofrecen sus servicios.
Luego, estos mismos visitantes de Madrid, seguramente se sentarán en alguna de las terrazas que se suceden en todo el perímetro o entrarán a alguno de los mesones o bares y restaurantes que ofrecen desde el típico cocido madrileño al socorrido bocadillo de calamares.
Y más tarde, al final del día, tras recorrer la ciudad volverán, tal vez, a la Plaza Mayor. A descansar en el hotel que se ubica en la histórica Casa de la Carnicería. Y cuando se levanten a la mañana siguiente y abran la ventana observarán la imponente fachada de la Casa de la Panadería, con sus balconadas, sus pinturas al fresco y su corona dorada en todo lo alto.