Solo ochenta personas por función verán ‘Un cine arde y diez personas arden’ porque tendrán que situarse en el escenario para ver la acción, que transcurrirá en el patio de butacas, un juego que rompe con "un montón" de convenciones teatrales y que acaba de llegar al Conde Duque.
La compañía Grumelot estrenó esta obra en 2015 pero ahora se repone porque en su condición de artistas asociados al Conde Duque tienen el compromiso de recuperar en la temporada una obra de su repertorio, explica en declaraciones a EFE Carlota Gaviño, codirectora de la obra junto a Íñigo Rodríguez-Claro.
El texto es de Pablo Gisbert y en él se "saca de su sitio natural" la relación habitual entre el actor y el espectador, que habita zonas que, en principio, están vedadas a la audiencia.
"No es un espectáculo inmersivo ni participativo. Simplemente les proponemos que durante una hora y media 'disloquen' la relación habitual que tienen con la escena", precisa Gaviño.
Es un texto "muy contemporáneo" en el que no hay "ni trama ni historia, sino un incendio ante el que se reacciona".
"Es irreverente, iconoclasta y audaz. Se apoya en el deseo de todos de destruir cosas. Es como un castillo de naipes en el que te enfrentas a la propia destrucción", añade sobre una obra de la que solo se sabe que las puertas del cine se abren y en su interior diez personas se disponen a ver la versión de ‘Guillermo Tell’, dirigida por Heinz Paul en 1934.