El joven diestro valenciano Román, que ha cortado la única oreja de la tarde y perdido una segunda por sus fallos con la espada, ha vuelto a dar hoy un serio y consistente golpe de atención en Las Ventas, apenas mes y medio después de salir a hombros de esta misma plaza.
FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de Fuente Ymbro, desiguales de cuajo y volumen, casi todos de feas hechuras, y de juego desrazado, rajados, con escasa entrega y no sin complicaciones defensivas, alguno incluso con sentido y peligro creciente. El tercero, el más manejable, tuvo una movilidad engañosa.
Morenito de Aranda (burdeos y azabache): pinchazo, media estocada baja y descabello (silencio); estocada delantera (silencio).
Joselito Adame, de negro y plata: estocada caída (vuelta al ruedo protestada tras petición insuficiente); estocada baja delantera (silencio).
Román, de grana y oro: estocada trasera desprendida (oreja tras aviso); metisaca en los bajos, estocada perpendicular y ocho descabellos (silencio tras aviso). Tras la lidia del tercero fue atendido en la enfermería de una fuerte contusión inguinal.
Entre las cuadrillas, Miguel Martín y Fernando Sánchez saludaron tras banderillear al quinto.
Cuarto festejo de abono de la feria de Otoño, con menos de medio aforo cubierto (10.781 personas, según la empresa).
UN ESCALÓN MÁS ARRIBA
Más allá de las orejas cortadas, que fue una, o de las perdidas, que fue otra, y también más allá de esa segunda salida a hombros consecutiva que estuvo a punto de conseguir, el valenciano Román ha subido hoy en Las Ventas otro escalón hacia su consolidación como posible figura del toreo.
Porque, por encima de los resultados tangibles y contables, lo más importante de su actuación de hoy en la feria de Otoño han sido esos matices de torería y capacidad más difíciles de medir pero que definen a los toreros cuajados y de valor y oficio consistentes.
Fue esa manera de estar y de hacer, la de la firme decisión y la firmeza total, la que le llevó no sólo a dominar sino también a lucirse con un tercer toro de Fuente Ymbro de engañosa movilidad, bravo en apariencia, pero desrazado en el fondo por la falta de entrega en sus inciertas y rebrincadas arrancadas.
Firme siempre, desde que se dobló por bajo para abrir el trasteo hasta que lo remató con unas escalofriantes bernadinas, Román nunca cedió en su empeño de imponerse al fino y cornalón animal, aunque éste amagara con rajarse o, dolido por el mando de la muleta, acabara colándosele y volteándole con saña en mitad del trasteo.
Pero, con un valor sin alardes y un creciente poder en la tela, Román consiguió imponerse definitivamente. Pero aun así el bravucón se guardaba todavía una bala de genio en la recámara, que utilizó al sentirse herido de muerte en la estocada que Román cobró con absoluto rectitud.
El de Fuente Ymbro no sólo le buscó la femoral en el embroque, aunque sólo consiguiera rajarle la taleguilla, sino que además le pegó un arreón desesperado de punta a punta de la plaza, del que Román se salvó por puras piernas.
La oreja que cortó el valenciano fue, pues, de ley, como hubiera sido también la que se ganó pero perdió por fallar con la espada ante el sexto, un toraco basto y grandón que nunca humilló ni se entregó, pendiente en todo momento de salir huido hacia las tablas.
Con idéntica decisión y con un acertado y seguro criterio lidiador, el torero de Valencia le dio ventajas y le llevó a media altura al natural para que no se aburriera en una faena a más y con tanta frescura como solidez, aunque malograda en el último momento con los aceros. No pudo repetir salida a hombros, pero Román dejó una sensación aún más positiva, desde un peldaño más alto.
El mexicano Joselito Adame dio una protestada vuelta al ruedo después que, sin fuerza suficiente, se le pidiera la oreja de su primero, al que hizo una faena habilidosa y de poco temple, en la que brillaron sólo los ayudados rodilla en tierra de remate antes de matarlo de un bajonazo. Ya con el manso quinto, que buscó las tablas desde el primer momento, no pudo desquitarse.
El peor lote de la compleja y desabrida corrida de Fuente Ymbro fue, con diferencia, el de Morenito de Aranda, pues el que abrió plaza, sospechosamente astifino, desarrolló un avieso peligro desde el primer muletazo, obligándole a cortar por lo sano.
Por su parte, el cuarto apenas se empleó ni tuvo recorrido en su menguante comportamiento. Y por si no fuera suficiente, aun se llevó el burgalés una pequeña paliza al ser derribado en un quite al tercero de una tarde, para él, descaradamente aciaga.