Se llama Yevgeny Prigozhin. Y es, en estos momentos, la mayor amenaza para Putin, por encima incluso de Volodimir Zelenski, el presidente de Ucrania.
El líder mercenario del grupo Wagner ha pasado de ser un hombre de negocios a un símbolo de la Rusia en tiempos de guerra, pues controla un ejército privado que opera desde Ucrania hasta la República Centroafricana.
Nacido en 1961en San Petersburgo, Prigozhin fue enviado a prisión en 1981 por robo y otros delitos. Después de cumplir su sentencia de nueve años, abrió un puesto de perritos calientes, lo que con el tiempo lo condujo a una carrera empresarial inaugurando restaurantes y tiendas de conveniencia.
Negocios con Putin
Prigozhin conoce a Putin desde la década de 1990. Se convirtió en un oligarca rico al conseguir lucrativos contratos de catering con el Kremlin, lo que le valió el apodo de "chef de Putin".
Su transformación en un brutal jefe militar se produjo a raíz de los movimientos separatistas apoyados por Rusia en 2014 en el Donbás, en el este de Ucrania. La estrella política de Prigozhin se disparó en Rusia tras la invasión total de Ucrania por parte de Moscú en febrero de 2022.
Conocido por su desprecio por la vida de sus propios soldados, se cree que las tácticas brutales y a menudo anárquicas del grupo Wagner han provocado un elevado número de bajas, ya que los nuevos reclutas son enviados a la batalla con escaso entrenamiento formal.
Prigozhin ha utilizado las redes sociales para presionar a favor de lo que quiere y a menudo se ha enfrentado a la cúpula militar rusa, presentándose a sí mismo como competente y despiadado en contraste con el estamento militar.
Sus desacuerdos con los altos mandos rusos salieron a la luz pública durante la cruenta e implacable batalla de Bakhmut, en la que acusó repetidamente a la cúpula militar de no suministrar suficiente munición a sus tropas.
En un video especialmente sombrío de principios de mayo, Prigozhin aparecía junto a una pila de combatientes de Wagner muertos y apuntaba específicamente al ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, y al jefe de las fuerzas armadas rusas, el general Valery Gerasimov.
"La sangre aún está fresca", decía, señalando los cadáveres a su espalda. "Vinieron aquí como voluntarios y están muriendo para que ustedes puedan sentarse como gatos gordos en sus oficinas de lujo".
Putin preside lo que a menudo se describe como un sistema de corte, donde las luchas internas y la competencia entre las élites se fomentan de hecho para producir resultados, siempre que la "vertical del poder" permanezca leal y responda ante el jefe del Estado.
Pero los arrebatos cada vez más escandalosos de Prigozhin le han llevado quizá demasiado lejos.