La librería tradicional recupera el aliento y aumenta sus ventas respecto al año pasado. También su crecimiento, con la apertura de nuevos locales que permiten dar continuidad a esa relación entre lector y librero.
Raquel y Daniel, dos argentinos afincados en Madrid, son el último ejemplo. Han sido los últimos en abrir una librería en Madrid.
Reflotaron un antiguo local cercano a la plaza de Olavide y lo han convertido en un bar-librería, un refugio en el corazón de Chamberí que combina la calma, la lectura y el aroma amable del café.
Su experiencia positiva confirma una tendencia desde la pandemia. Las librerias pequeñas, de barrio, han dejado de ser un negocio en declive.
Vender libros en tiendas de proximidad, combinado con una salita para eventos y un pequeño café es suficiente para dotar a una librería convencional del alma que imprime vida y espíritu a un barrio.