Fue este lunes un día de contrastes para la población peruana en Madrid. En juego estaba el Mundial de fútbol de Catar. El rival, Australia, aparentemente inferior al cuadro peruano. Hubo fiesta previa en el centro de la capital para animar desde la distancia a la selección blanquirroja, pero la fiesta se convirtió en una gran decepción tras caer en los penaltis. Eran alrededor de las 23.00 horas en Madrid...
No pudo ser. El cielo gris de Lima se fue oscureciendo conforme pasaban los minutos del partido que podía dar la llave a una segunda clasificación consecutiva para Perú a un mundial, augurando un mal resultado para el país andino, que, tras fallar un penalti contra Australia, comenzó a llorar por el final del sueño.
Silencio absoluto y un sentimiento de decepción y tristeza cayeron también del cielo limeño en cuanto el jugador peruano Alex Valera erró el sexto lanzamiento de la tanda de penaltis. Su fallo, o el acierto del portero Andrew Redmayne, significaba automáticamente el desenlace de un recorrido de ilusión que la selección y la hinchada comenzaron hace años bajo la dirección de Ricardo Gareca.
En Madrid, nada de cielos grises. Más bien al contrario. En plena ola de calor, los peruanos residentes en la capital decidieron convertir el centro de la ciudad en una fiesta para animar desde la distancia a su selección. Cientos de personas se reunieron en la Gran Vía madrileña ante la sorpresa de los presentes para celebrar con música y alegría la que podía ser una clasificación histórica.
Era las siete de la tarde cuando la Gran Vía se hizo peruana. A las 20.00 horas comenzó el partido que pudo seguirse por televisión. A partir de ahí, tres horas de emoción que terminaron con los tristes penaltis que no tuvieron una buena resolución para Perú.
Al igual que los instrumentos, los rostros de los aficionados partieron de la alegría e ilusión contagiosa del inicio, para mostrarse luego nerviosos e impacientes y, finalmente, reflejar una desesperación y tristeza con la que la hinchada se fue a sus hogares.
En Madrid, calma y tristeza. En Lima, lo mismo. En la capital peruana, cristales rotos, latas y bandanas rojiblancas quedaron en el suelo del parque Kennedy junto con fans de la selección nacional sentados con las manos en la cara y abrazos de consuelo entre amigos y familiares que se despedían de Catar.
La escena que resume el final de un partido y de la ilusión para un país. También la que alienta el inicio de un nuevo ciclo.