Se dice que la fusión es el proceso con el que el hielo se convierte en agua, pues bien, algo parecido -aunque sin causas esclarecidas- le ocurre a la sangre de San Pantaleón en un monasterio madrileño, donde durante estos días completa su proceso de licuado para sorpresa de miles de visitantes.
Todos los años por estas fechas, una pequeña ampolla de cristal con la sangre de San Pantaleón es el centro de atención en el Real Monasterio de la Encarnación, en Madrid, por un fenómeno que la ciencia no ha sido capaz de explicar, que sirve a muchos para pedir favores al santo y que se dilata durante meses.
"El proceso es muy lento, la sangre va cambiando de color a finales del mes de mayo, en junio ya se aprecia como una subida de volumen y el día más líquido es el día 27 de julio", explica a Efe Joaquín Martín Abad, capellán mayor del Real Monasterio de la Encarnación.
Curiosamente y según explica el religioso, este día siempre es el mismo, un año tras otro, y se corresponde -adaptando los saltos de calendario- con la fecha del martirio de San Pantaleón.
San Pantaleón, a quien entre hoy y mañana venerarán "entre 7.000 y 10.000 personas de España y también de fuera de España", según comenta Martín, nació en Nicomedia, antigua capital de la región de Bitinia, en Asia Menor, en el siglo III, y llegó a ser nombrado médico en la corte del emperador Maximiano.
Su leyenda comienza después de la muerte de su padre, cuando se dedica a ejercer la medicina de forma gratuita, algo que no terminó de agradar a sus colegas de gremio, quienes le denunciaron ante el propio emperador Maximiano.
El emperador le acusó de hacer magia y, en consecuencia, le pidió la apostasía de la fe cristiana, a lo que el santo se negó, por lo que después fue ordenada su tortura.
"Tenemos oído que aguantó la tortura para no renunciar a su fe", suscriben Pepe y su esposa, Mari Carmen, un matrimonio que de unos años a esta parte no falta a su cita con San Pantaleón, a la que llegan bien "estudiados".
Pepe confirma que ayer estuvo por la noche "ilustrándose" y para demostrarlo cuenta que la creencia popular dicta que "el año que la sangre no se hace líquida hay un desastre en este país".
"No sé si será verdad, tendríamos que preguntarles a los del 36 -por 1936, año del inicio de la Guerra Civil- a ver si se licuó o no", indica entre risas el marido, antes de entrar a contemplar la sangre y a venerar la otra reliquia expuesta, una canilla del Santo.
La respuesta, sin embargo, no tarda en llegar y tampoco viaja en el tiempo, puesto que la tiene el propio capellán mayor, quien confirma que eso "es una leyenda urbana".
"Hay constancia escrita de que se licúa todos los años, así que eso no tiene nada que ver, es una superstición", aclara Martín, antes de regresar al templo para continuar con la liturgia que allí seguirán hasta mañana.
Cada media hora será momento para las peticiones y para dar a besar la reliquia, como ha ocurrido hoy, víspera de la fecha más multitudinaria en el monasterio.
"El día más grande será mañana, es cuando más gente viene", dicen Loli, Santiago y Adolfo desde detrás de su puesto de venta de estampas y recuerdos situado a la sombra del pórtico de la iglesia, hasta el que Magdalena ha llegado una de las primeras.
La veterana feligresa reconoce que no falta desde hace muchos años, porque le gusta venir, aunque al contrario que otros y pese a ser una fija en la veneración, no le ha pedido nada a San Pantaleón.
"Quien cree en esto, viene; el que no cree, no", espeta Magdalena, quien tampoco termina de explicarse cómo es posible que se produzca este fenómeno todos los años con puntualidad británica.
Para esta ocasión el capellán -y contra todo pronóstico- no tiene respuesta, al contrario que en las precedentes cuestiones.
Eso sí, no la tiene ni él, pero tampoco la tienen los expertos científicos.
"Es un fenómeno que no tiene explicación científica. Los médicos, hematólogos y enfermeras que han venido a observarlo dicen que se comporta como la sangre", suscribe el capellán sobre un misterio que más que la ciencia, explica la fe.