La última jornada del V Congreso Interés Superior de la Infancia y la Adolescencia ha estado centrado en el testimonio de hijos de acogida y de adopción abierta. En la clausura del congreso, María Arauz de Robles, presidenta de la Asociación Estatal de Familias Acogedoras (ASEAF), ha defendido esta figura familiar frente “a la ineficiencia de los centros de menores que generan desprotección”.
Ha añadido que el camino a la desinstitucionalización “está llamando a la puerta, con determinación y sin pausa” y ha sugerido que se la incluya como objetivo de la Agenda 2030 (Objetivos de Desarrollo Sostenible). También reconoce que la acogida familiar es un bien para todos, “hay que ser pacientes, respetar, escuchar y un día cuando se tengan que marchar los niños, descubrir el precio de la felicidad. Miles de niños necesitan una respuesta”.
Por su parte, Violeta Assiego, la directora general de Derechos de la Infancia y la Adolescencia del ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, ha reconocido que tienen que dedicar más esfuerzos, tiempo y dinero para invertir la pirámide y que se cumpla la Ley del Menor. Esa norma, apuesta por la acogida familiar “para evitar sufrimientos a los menores y adolescentes”.
También animó a los jóvenes en acogida, participantes en el congreso de ASEAF, a pasar a los despachos porque tienen las puertas abiertas.
TESTIMONIOS EN PRIMERA PERSONA DE ACOGIDA FAMILIAR
Ana, hija de acogida: “Un día, mi madre nos dejó a mi hermana y a mí en el colegio y nunca más la vimos. Nos llevaron con unos tíos que no conocíamos. Ella alcohólica, él pederasta. Ellos y mis primas nos trataban como a perros. Hace dos años denunciamos a mi tío por hacer cosas que no debía"
Agrega que "me separaron de mi hermana y me llevaron a un centro. A través de mi compañera de colegio, Violeta, fui acogida en su casa con 17 años. Al principio me costó. Ahora me abro más a ellos y estoy contenta”. Su madre de acogida, Rosario anima a las familias a acoger a niños mayores. “Hay que perder ese miedo”.
José María, hijo de acogida, ahora en adopción abierta: Tiene 14 años. Su madre acogedora conocía a la biológica, que se quedó embarazada, con 15 años. “No podía hacerse cargo de mí”. Su madre, Beatriz tiene claro que criarlo fue la mejor decisión de su vida. “Teníamos miedo, pero ante la posibilidad de que ingresara con dos años, en una residencia, con su pañal y agarrado a su Spiderman de tela, decidimos abrirle nuestro hogar”.
José María afirma que nunca va a odiar a su progenitora porque hizo esfuerzos para traerlo a la vida y que está muy contento con su familia.
Mamadou, hijo de acogida. Tiene 22 años. Llegó de Senegal con 16 años en patera “para buscar una vida mejor”. Lo internaron en un centro de menores hasta que entró en una familia “de la que estoy muy orgulloso, tengo padres, abuelos, aprendí el idioma para hablar con ellos”.
Reconoce que fue una locura lo que hizo y que dejó a sus padres llorando en Senegal. Aconseja a los jóvenes en su situación “no tener miedo” y que gracias a la ayuda recibida “cree en las personas”.