El estudio de la microbiota intestinal, el conjunto de microorganismos que viven en nuestro intestino, ha abierto un horizonte de conocimiento en torno a las causas naturales de la conexión conocida popularmente como eje intestino-cerebro, que ha demostrado tener una relación directa en el desarrollo de enfermedades como la depresión o la ansiedad, entre otras.
Es decir, que el cerebro y el intestino se encuentran interconectados con una intensidad que nos permite afrontar los problemas asociados tradicionalmente a la ciencia psiquiátrica o psicológica desde una perspectiva completamente innovadora y complementaria.
Trabajos como el de Yolanda Sanz, investigadora que lidera el grupo de Ecología Microbiana, Nutrición y Salud en el Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA-CSIC), se centran en la investigación del microbioma humano, es decir, de los microorganismos y genes que cohabitan en nuestro cuerpo.
Concretamente, el grupo ha contribuido a esclarecer el papel que desempeña la microbiota intestinal en la transición de la salud a la enfermedad, mediante su interacción con la dieta y los sistemas inmunitario y neuroendocrino del organismo humano.
Entre las patologías investigadas se incluye un amplio espectro que va desde la obesidad hasta las afecciones neurológicas.
“Como consecuencia, numerosos estudios demuestran que las perturbaciones de la microbiota intestinal pueden romper esta relación de simbiosis y contribuir al desarrollo de diversas enfermedades, desde patologías intestinales a otras muchas de tipo metabólico, mental, autoinmune, etc”, enumera la investigadora.
Por ello, el equipo de Yolanda Sanz trabaja en la selección de bacterias intestinales clave que podrían aportar beneficios para la salud y que podrían servir para diseñar estrategias dietéticas que, mediante la modulación del microbioma, reduzcan el riesgo de enfermedad.
En 2020, el grupo de Sanz patentó la bacteria Christensenella minuta, presente en el intestino de individuos sanos, que se podría utilizar para prevenir o tratar los trastornos del estado de ánimo, como la depresión y la ansiedad.
La patente fue licenciada a LNC Therapeutics, una empresa biotecnológica francesa especializada en la investigación y desarrollo de medicamentos en el área del microbioma intestinal.
“En los primeros ensayos observamos que la especie Christensenella minuta era una buena productora de serotonina in vitro; este fue un hallazgo interesante porque este neurotransmisor está en bajas concentraciones en los sujetos que sufren depresión y en los que padecen estrés, que es un factor de riesgo para el desarrollo de la depresión; y desempeña una función crucial en la regulación de las emociones. Además, ejerce una función importante en la capacidad cognitiva”, indica Sanz.
“Por otro lado, cuando evaluamos sus efectos in vivo, en un modelo animal de depresión inducida por estrés social crónico (modelo que se asemeja al bullying en seres humanos), observamos que esta bacteria no sólo incrementaba la producción de serotonina, sino que también reducía tanto la sobreproducción de corticosterona inducida por el estrés, como la vulnerabilidad al estrés y el comportamiento depresivo”, añade.