Científicos han ideado un nuevo esquema de clasificación para las etapas evolutivas de los mundos, que coloca a la Tierra como planeta híbrido, al establecer el Antropoceno en el contexto astrobiológico.
El equipo basa su nueva clasificación --alternativa a la conocida escala Kardashev de civilizaciones avanzadas-- en la "termodinámica de no equilibrio": el flujo de energía de un planeta que se encuentra fuera de sincronía, como el que la presencia de vida podría provocar.
Las categorías van desde planetas imaginarios sin atmósfera a los que tienen una "biosfera dominada por agencias" o incluso una "tecnosfera", que refleja los logros de una "especie tecnológica" intensamente energética.
El trabajo, "Tierra como un planeta híbrido: El antropoceno en un contexto astrobiológico evolutivo", fue publicado el 6 de septiembre en la revista Anthropocene. El autor principal es Adam Frank, profesor de física y astronomía en la Universidad de Rochester.
El nuevo sistema de clasificación, dicen los investigadores, es una forma de pensar sobre la sostenibilidad a escala planetaria en lo que se conoce como la época antropocénica, el período geológico del impacto significativo de la humanidad en la Tierra y sus ecosistemas. La coautora Marina Alberti, de la Universidad de Washington, sostiene en su investigación que los seres humanos y las áreas urbanas que creamos están teniendo un fuerte efecto planetario sobre la evolución.
"Nuestra premisa es que la entrada de la Tierra en el Antropoceno representa lo que podría, desde una perspectiva astrobiológica, ser una transición planetaria predecible", escriben. "Exploramos este problema desde la perspectiva de nuestro propio sistema solar y los estudios de los exoplaneta.
"En nuestra perspectiva, el comienzo del Antropoceno puede ser visto como el inicio de la hibridación del planeta --una etapa de transición de una clase de sistemas planetarios a otra".
En su esquema, se produce la posible transición de la Tierra desde la Clase IV --marcada por una gruesa biosfera y vida que tiene algún efecto en el planeta-- hasta la Clase V final, donde un planeta está profundamente afectado por la actividad de una especie avanzada y que utiliza la energía de forma intensiva.
El esquema de clasificación, según los investigadores, se basa en "la magnitud por la cual los diferentes procesos planetarios--abióticos, bióticos y tecnológicos-- generan energía libre, es decir, la energía que puede realizar el trabajo dentro del sistema".
La clase I representa mundos sin atmósfera en absoluto, como el planeta Mercurio y la luna de la Tierra. Los planetas de clase II tienen una delgada atmósfera que contiene gases de efecto invernadero, pero no la vida actual, como los estados actuales de los planetas Marte y Venus.
Los planetas de Clase III tienen quizás una biosfera delgada y alguna actividad biótica, pero demasiado pequeña para "afectar a los conductores planetarios y alterar el estado evolutivo del planeta en su conjunto". No existen ejemplos actuales en el sistema solar, pero la Tierra primitiva puede haber representado tal mundo, y posiblemente Marte al principio, si la vida surgió allí en el pasado lejano.
Los planetas de Clase IV tienen una biosfera gruesa sostenida por la actividad fotosintética y la vida ha comenzado a afectar fuertemente el flujo de energía planetario.
Los investigadores escriben: "Nuestra tesis es que el desarrollo de las versiones sostenibles a largo plazo de una civilización intensiva en energía debe verse en un continuo de interacciones entre la vida y su planeta huésped".
Las clasificaciones establecen las bases, dicen, para futuras investigaciones sobre la "co-evolución" de los planetas a lo largo de ese continuo.
"Cualquier mundo que albergue una civilización de larga vida que consuma mucha energía debe compartir al menos algunas similitudes en términos de las propiedades termodinámicas del sistema planetario", escriben. "Entender estas propiedades, incluso en los esquemas más amplios, puede ayudarnos a entender qué dirección debemos apuntar nuestros esfuerzos en el desarrollo de una civilización humana sostenible". En otras palabras, agregaron: "Si uno no sabe a dónde va uno, es difícil llegar allí".