El viento se ha adueñado del ecuador de San Isidro y se ha propuesto desbaratar las ilusiones de los de luces. Sumado eso a las complicaciones de la corrida de José Escolar, el festejo de ayer fue un compendio de emociones y sufrimiento, alejado por completo de la corriente neotriunfalista que quiere imponer un sistema autoritario. Enfrente, tres toreros machos que, además, saben torear. Destacó Fernando Robleño, que dio una vuelta al ruedo que da categoría a tal honor, pero que supo a poco después de su obra. Madrid no pidió la oreja con vehemencia, y es que el pack Albaserrada ha conseguido poblar los tendidos de groupies peruanos que desconocían de la existencia de toros cárdenos. Tan necesarios son unos como otros y bienvenidos son todos, pero es preocupante que la labor de Robleño no fuese premiada ayer con una oreja.
El madrileño lidió en primer lugar una alimaña que embestía al cuello del torero. Se fue al sol a lidiarlo, huyendo del viento, pero ni por esas consiguió encontrarse el torero. Lidia a la antigua y sainete con la espada. A decir verdad, siempre pinchó arriba, lo que dignifica aún más su actuación. Lo mejor sobrevino con el cuarto, un toro exigente que pedía credenciales. Robleño compuso un trasteo que solo pueden explicar sus 19 años de alternativa. Técnica, solvencia, oficio y esa dosis de gusto que aporta la experiencia. Se desmayó por momentos por el pitón derecho y lo estoqueó con verdad. Tardó en caer y eso enfrió a los tendidos. Volverá el 11 de junio con la corrida de Valdellán.
Gómez del Pilar recibió a su lote a porta gayola y no se dejó nada en el hotel. Es un torero honrado y que se desenvuelve como pocos ante los más intrincados encastes. Quizá su preocupación por la inmaculada pulcritud le restó emoción a la primera faena. De hecho, sonó un aviso mientras toreaba, algo impensable con un albaserrada de Escolar. Se sacudió esa presión y salió a por todas en el quinto, consiguiendo una tanda de entidad por el derecho. La principal virtud del toro no fue la duración. Dio juego en el caballo y tuvo suerte de encontrarse con el madrileño, que siempre quiso hacer las cosas bien.
Completaba el cartel otro torero local, Ángel Sánchez, que atesora un currículum escrito en letras grises y de generoso tamaño. Seis corridas lleva de matador y tres son en Las Ventas. Bordó el toreo un domingo de abril en su etapa de novillero y dejó huella en la afición. Madrid le quiere, le respeta y le espera. Se enfrentó en tercer lugar a Combativo, el mejor toro del encierro. Cuando agarró la muleta con la mano izquierda, un remolino de viento levantó una efigie de papelillos. Entre los cachitos de programa apareció Sánchez, que recetó un par de naturales de mucho valor. Interminables y sometidos los pases de pecho. Mérito tremendo el de este joven, que merece una sustitución, si la hubiera, o entrar en el verano venteño por derecho. Saludó una cálida ovación.
Otros tres destacados vistieron de plata, pero tienen alma de oro. Fernando Sánchez, Raúl Ruiz e Iván Garcia levantaron a los tendidos con soberbios capotazos y mayestáticos pares de banderillas. Hoy se cumple la efeméride centenaria del debut de Albaserrada en Madrid y será Victorino Martín quien responda a tal honor. Sus toros medirán el momento de Octavio Chacón, Daniel Luque y Emilio de Justo.