Los vecinos se plantan con caceroladas contra los okupas violentos de dos edificios de Carabanchel: "Hasta que los echemos"
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No van a parar hasta que los okupas no se vayan del barrio. Son los vecinos de la calle José Garrido, en Carabanchel. Este miércoles han comenzado a movilizarse convocando una cacerolada y venciendo el miedo que tienen a estos okupas violentos. Su intención es repetirla todas las semanas hasta lograr que se vayan.
Los vecinos se han plantado pese al miedo y dicen que no van a aguantar más esta situación de violencia en su calle: “Estamos hartos de robos, de violencia, de atracos. Estamos en una situación lamentable, no sabemos por donde salir. Creo que esto solo va a acabarse el día que nos pase a alguno de nosotros algo, va a ser un niño, una persona mayor, yo mismo, va a ser cualquiera, y nos echaremos las manos a la cabeza, no lleguemos a eso por favor”.
Peleas, drogas y robo a los niños
Desde hace 9 años, los vecinos de esta calle y los de la calle Santiago Estévez están soportando peleas, trapicheo de drogas, robos, amenazas y suciedad por parte de los okupas que les hacen la vida imposible.
Peleas, drogas, robos, amenazas, orines, defecaciones y basura han convertido el día a día en un infierno. Denuncian que algunos ocupas de este piso y drogodependientes que acuden a comprar droga atemorizan a los vecinos y roban a los niños que van a un colegio cercano.
De hecho estos niños y sus padres pasan corriendo a toda velocidad por la calle por el miedo que tienen de que les roben, algo que ha ocurrido en numerosas ocasiones.
Los vecinos no pueden asomarse ni a las ventanas porque les amenazan. El problema se agrava aún más porque el inmueble está muy próximo a un colegio y, en ocasiones, la salida de los menores coincide con el trasiego de toxicómanos hacia el edificio. Están desesperados y aseguran que la situación es insostenible.
Se da la circunstancia de que en el inmueble ocupado de la calle de José Garrido fue identificado por la Policía Nacional hace unos meses Miguel Ricart, que fue condenado en 1997 a 170 años de cárcel por el secuestro, tortura, violación y asesinato de las niñas de Alcasser.