APRAMP ( La Asociación para la Prevención, Reiserción y Atención de la Mujer Prostituida) cuenta en la calle Ballesta con un taller de costura, donde 48 mujeres se forman y dan puntadas día a día para dejar atrás la explotación sexual. Han llegado aquí tras ser rescatada de las garras de la trata, por otras mujeres supervivientes de la trata , que forman las Unidades de Rescate de la asociación.
El objetivo es facilitarles un futuro laboral, dando pasos encaminados a su reinserción social y laboral. Un fin último que entre patrones, telas y maquinas de coser, muchas de ellas consiguen, recuperando la autoestima y dejado atrás el infierno de la explotación. De hecho, muchas de las mujeres formadas en este taller de APRAMP han conseguido trabajar ya para importantes diseñadores que colaboran en este proyecto
Este es el después. El antes, lo más importante, ha sido sacarlas de las calles. Para ello, 12 mujeres, víctimas también de la explotación de las mafias, trabajan día y noche de la mano de APRAMP para rescatar a estas mujeres de la explotación a las que son sometidas.
Rocio Mora, directora de APRAMP, señala que se trata precisamente de un trabajo fundamental "proactivo que se hace todos los días", "Doce supervivientes, que forman parte de este equipo, están yendo a los polígonos industriales, a las calles, a los clubs y pisos particulares", con el fin de intentar arrancar a estas mujeres víctimas de la esclavitud de las mafias, señala.
Se trata de mujeres que han pasado previamente por la experiencia de la explotación sexual y han ganado la batalla a través precisamente del apoyo de APRAMP. Mujeres supervivientes que están "24 horas en la calle" y que se encargan de detectar e identificar a mujeres y niñas potenciales víctimas de trata, facilitándoles ayuda y recursos especializados.
"Ellas son lo más importante. Lo que hace ser efectivas dentro de la asociación a las supervivientes, es que hablan su mismo idioma (...) Si ellas han salido, por qué no lo van a hacer aquellas otras potenciales víctimas de trata". Ellas, en definitiva, conocedoras en primera persona de la explotación, son también la mejor arma para identificar y combatir la trata.
Ahora, 48 de ellas, tras salir del infierno, entre máquinas de coser, han comenzado a ser ellas mismas, recuperando la autoestima y preparándose para un futuro que antes no tenían.